Acción Nacional: la misión de pensar más allá de la boleta

Por Fernanda Caso

¿Qué pasó con Acción Nacional? Se preguntan constantemente sus militantes en reuniones informales y convenciones. Se lo preguntan también los votantes que miran al partido desde la simpatía… e incluso los opositores ideológicos que alguna vez le tuvieron respeto a la institución. Me lo pregunto yo, como exmilitante que continúa mirando al PAN de reojo de manera permanente ya casi por reflejo.  Porque, a decir verdad, el partido tiene un pasado apasionante en el que es difícil no quedar atrapado con asombro y que contrasta de manera desconcertante con su estado actual. Los libros de historia del PAN están llenos de ideas y debates; de hombres y mujeres que se opusieron a gobiernos represores; de anécdotas de ciudadanos de clase media que pusieron en riesgo su vida al exigir democracia y pequeños empresarios que dejaron sus negocios para lanzarse a candidaturas que sabían perdidas. ¿Es que la valentía y las convicciones se agotaron?, o ¿cómo es que el PAN de hoy es tan ridículamente opuesto a los estándares de su historia?

Para pensar en las respuestas a estas preguntas sugiero ir unos años atrás, a la Asamblea Constituyente de 1939.

¿Qué va a ser Acción Nacional?- Se preguntaban los fundadores del partido en la sesión. El conjunto, mayoritariamente compuesto por estudiantes y jóvenes profesionistas, estaba dividido entre dos posturas: por un lado, quienes apostaban por participar en las elecciones aún sabiendo que se trataba de una farsa construida desde el régimen gobernante. Por otro,  estaban quienes creían que el mejor camino era abstenerse a manera de denuncia  y dedicarse a la labor de construcción cívica promoviendo el programa y doctrina del partido en todo el país.

En medio de las calurosas discusiones que duraron tres días, Efraín González Luna tomó la palabra: La técnica de salvación– enseñó entonces- no es otra que la subordinación del episodio o la anécdota al destinosi se trata… del problema de la salvación de la Patria, no es sometiéndose a las exigencias efímeras de una angustia presente como esa salvación se obtiene. [1]

Con estas consideraciones en mente, la Asamblea, por mayoría de votos, decidió participar en la elección de 1940, aunque no sin precauciones muy claras:

“Libres de todo compromiso, limpios en nuestro propósito, sin desdeñar ni el más pequeño instrumento que da la ley al pueblo, seguiremos adelante en nuestro propósito esencial, que no es el de ganar una elección, sino el de luchar por la verdadera Salvación de México.”- [2]Dijo Goméz Morín, presidente del recién creado partido, en el discurso con que dio cierre a la Convención. 

 Y así surgió un partido que pretendía establecerse metas que trascendieran la coyuntura electoral. El PAN buscó ubicarse como una alternativa a al caudillismo, la improvisación y la antidemocracia del régimen gobernante; que aparecería en la boleta de prácticamente todas las elecciones federales subsecuentes, pero cuya misión no era solo ganar, sino transformar al país mediante la razón, la técnica, la construcción de instituciones y la defensa de la dignidad de la persona. El PAN sería, pues, un partido que participaría activamente en la democracia electoral pero sus metas y objetivos estaban plasmados en un futuro mucho más amplio: construir un México democrático desde dentro o fuera de los cargos públicos.

Y fue tal vez precisamente por ese indomable afán de construir ciudadanía y despertar conciencias en todo momento y en cualquier lugar que muchas de las mayores aportaciones del PAN al país se dieron incluso fuera del poder. La huelga de hambre de Don Luis H. Álvarez en Chihuahua tras el fraude de 1986-que atrajo la atención de los medios internacionales y consiguió movilizar a ciudadanos de todo el país- hizo sin duda mucho más por la democracia en México que su efímero gobierno de tres años en la alcaldía. El despertar ciudadano en la elección de la gubernatura de Baja California de 1989- que llevó a familias enteras a acampar día y noche afuera del recinto donde estaban resguardadas las boletas a fin de evitar que se cometiera un fraude- fue, sin duda, más trascendente que varios de los tristes gobiernos panistas que llegaron al estado en los años posteriores. Desde la oposición el PAN impulsó grandes reformas electorales que llevaron a la creación del IFE, al establecimiento de mecanismos de fiscalización electoral, a limitar la influencia de los gobernantes en las urnas, a incluir legisladores de representación proporcional y a generar condiciones de participación para corrientes opositoras al poder.

¿Qué pasó entonces?, ¿en qué momento se perdió el PAN?

Muchos adjudican la debacle interna a los triunfos presidenciales. Otros incluso lo atribuyen a cosas menores y más concretas, como las afiliaciones masivas y la híper concentración del poder en los dirigentes modernos.  Pero la realidad es que nada de esto explica la profundidad de la crisis partidista. El PAN no solo está perdido en su agenda y procesos, al PAN se le percibe incómodo dentro del espectro electoral, sin un lugar claro en el presente ni un plan de acción a largo plazo. Ni el PAN ni sus militantes saben qué defienden. No hay líneas homogéneas de gobierno ni apuestas claras a futuro.

El PAN en realidad es víctima, no de sus triunfos electorales ni de sus caciques internos. El PAN es víctima de su triunfo cultural, que es mucho más complejo que un momento individual en el año 2000.

El PAN consiguió lo que se había planteado: México se volvió una democracia.  Aquellos hombres reunidos en 1939 soñaban con un país en el que distintas fuerzas políticas pudieran competir en una arena de equidad por el poder, donde hubiera instituciones de transparencia que obligaran a los gobiernos  a rendir cuentas, donde un gobernante ineficaz fuera castigado con el voto y donde hubiera instituciones que controlaran los abusos del poder.

Sí, es cierto: los principios de doctrina están cargados de ideas de gobierno que trascienden las cuestiones de vigilancia y equidad electoral. Pero es innegable que el papel que el PAN jugó durante décadas fue el de democratizador del país. Así lo asumió y ese es su mayor legado. Acción Nacional se dedicó, sexenio tras sexenio, desde la oposición, a negociar mejores reglas de juego, garantías a la libertad de expresión y condiciones mínimas de representación. No fue el PAN solo, por supuesto. Hubo a la par invaluables iniciativas de la izquierda y de la sociedad civil cuyo impacto fue determinante en la construcción democrática de México. Pero el PAN estuvo siempre ahí y a esa agenda dedicó su capital político.

El verdadero triunfo del PAN no fue la llegada de Fox a la presidencia, sino las condiciones que permitieron que Fox llegara al poder, pero también aquellas que permitieron que el PAN perdiera en 2012 y que AMLO triunfara en 2018. Reglas que han permitido alternancia en los estados y municipios con elecciones medianamente libres y limpias, herramientas ciudadanas de transparencia gubernamental, partidos nuevos con posibilidades reales de competir y una autoridad electoral independiente. Sí, la democracia mexicana es imperfecta, pero décadas atrás simplemente no existía. El PAN contagió de democracia a México… y después de eso perdió el sentido de ser.

Muchos hoy en el PAN argumentan que los momentos que vivimos son tan apremiantes que no cabe más razón de ser que la de oponerse a López Obrador en todo lo que haga ni debe haber más agenda que sacar a Morena del poder. Pero esa es una salida fácil. La realidad es que AMLO se ha convertido en el salvavidas temporal de Acción Nacional: le ha dado una razón, por muy somera que esta sea, a un partido que ya no tiene alma.

¿Hay solución? Me parece que sí. Y contraintuitivamente, para salir de la encrucijada, el PAN tendría que dejar de pensar en AMLO y en el 2024, y empezar a pensar en el México del 2050 o del 2100. Hacer justo aquello que hicieron los panistas del 39: pensar lejos y amplio, más allá de la boleta… ¿Cómo se defienden aquellas instituciones democráticas que le costó tanto al país construir? ¿Cómo se ven el gobierno, la sociedad y las libertades del futuro? , ¿cómo se consigue la paz?, ¿cómo se combate la pobreza? ¿Qué se necesita hacer hoy para que México sea radicalmente mejor en 50 o 100 años? Solo con respuestas a estas preguntas se justifica en 2022 un partido que aspira a la trascendencia. Si el  PAN quiere sobrevivir, tiene que colocar su presente en la proporción histórica que le corresponde y entender que la responsabilidad no se agota con meros triunfos electorales inmediatos. Atreverse a cambiar de paradigma no solo sería esto su mejor alternativa a largo plazo sino también es la única forma en que podrá dar algo de esperanza a los ciudadanos en las boletas que se avecinan.

@SenadoresdelPAN

[1] Calderón Vega, Luis. Memorias del PAN (1939-1946) Tomo I. Tercera edición. Editorial Epessa. México, 1992. P. 33

[2] Íbid P. 36

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