Televisa, el FIFAGate y un florero llamado prensa deportiva

Por César Martínez

El pensador italiano Antonio Gramsci metió un gol al ángulo, metafóricamente hablando, al explicar que la prensa deportiva actúa indirectamente como un partido político más: “las cuestiones políticas se revisten de formas culturales y como tales se vuelven irresolubles.”[1] Tras el estallido del escándalo de Emilio Azcárraga Jean ligado a la corrupción del FIFAGate se confirma que sí: la prensa deportiva en México lleva décadas jugando a favor del poder.

Mientras comentaristas y analistas en espacios deportivos han orquestado toda una campaña para culpar a la afición por los fracasos de la selección mexicana de futbol y de la Liga MX (al punto de llegar a sugerir que meseros y taxistas en México son ignorantes en comparación con sus pares de Argentina y España), Televisa confirmó oficialmente lo sabido desde 2018: el nombre del heredero del imperio Azcárraga aparece en las carpetas del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Créditos: Martín Palomares. Vía: Flickr.

Súbitamente, numerosos medios deportivos mexicanos comenzaron a publicar como información novedosa reportes viejos, surgidos años atrás, cuando el empresario argentino Alejandro Burzaco declaró ante la justicia estadounidense haberse coludido con Televisa y con la televisora brasileña Globo para sobornar con 15 millones de dólares a directivos de la FIFA, a cambio del derecho exclusivo para negociar las transmisiones de los Mundiales.[2]

Aquello, que arrancó como un simple caso de evasión fiscal y fraude bancario contra directivos de la FIFA, en el caso de Azcárraga Jean puede convertirse en una causa penal por corrupción, asociación delictuosa y prácticas monopólicas.

Sin embargo, mal haría, la ya de por sí golpeada afición mexicana, en comprar a precio de etiqueta las versiones fabricadas en las oficinas de corte y confección de la prensa deportiva dominante: ni el caso Emilio Azcárraga Jean inició con el estallido del FIFAGate en el año 2015; ni la participación de Televisa en esta trama delictiva se reduce al aspecto meramente mercantil.

El contubernio entre el gigante televisivo mexicano y el órgano rector del balompié mundial es, antes que nada, un arreglo político para doblegar a autoridades públicas y pasar por encima de leyes soberanas de diversos países. Al respecto, vale la pena revisar (sobre todo para los jóvenes que estudian a la prensa corporativa) el libro, El Tigre: Emilio Azcárraga Milmo y su imperio Televisa, biografía del padre de Azcárraga Jean publicada en el dos mil por los periodistas Claudia Fernández y Andrew Paxman. Pese a la tibieza y ambigüedad de los autores, y que en sus páginas se deshacen en elogios a la “capacidad negociadora de Azcárraga Milmo”, se muestra como en 1968, el entonces mandamás de Telesistema Mexicano, obtuvo de manera sospechosa por parte de la jerarquía de la FIFA el paquete completo de derechos del Mundial México 70:

Los deportes profesionales, que son una actividad en la que usualmente un reducido grupo disfruta de enormes utilidades, nunca están exentos de controversias.[3]

Según el relato, “El Tigre” a partir de los años setenta, en el paso de Telesistema a Televisa, estableció un amasiato con la FIFA que derivó en la creación de la Concacaf, esto con el propósito de que la selección mexicana tuviera un camino allanado hacia el Mundial cada cuatro años enfrentando equipos centroamericanos y de islas caribeñas. Lo anterior, coincide con lo descrito por Ken Besinger en otro imprescindible libro: Tarjeta roja, publicado en 2018.

En Tarjeta Roja, se consigna que el brasileño Joao Avelange, presidente de la FIFA entre 1974 y 1998 (y a quien Fernández y Paxman señalan como alfil de Azcárraga Milmo), fue el jerarca cuyo cacicazgo institucionalizó el modus operandi hoy perseguido por el gobierno estadounidense: crear un esquema de intermediación entre la FIFA y las televisoras de cada país a través de sociedades mercantiles constituidas en Suiza (u otros paraísos fiscales) con el objeto de decidir quién entra y quién no al ámbito más influyente y lucrativo del futbol, la transmisión exclusiva de partidos en vivo y en directo.

De ahí que hoy la prensa deportiva mexicana, al hablar de Azcárraga Jean, cita en sus notas a la corporación Mountrigi Management Group, una subsidiaria suiza de Televisa, cuyos orígenes datan de la era de Azcárraga Milmo. Con el testimonio del argentino Burzaco en la Corte de Distrito Este de Brooklyn (donde por otro lado fueron procesados criminales mexicanos de alto perfil como Joaquín Guzmán Loera y Genaro García Luna), se sabe que Mountrigi participó del soborno para obtener los derechos de los mundiales 2018, 2022, 2026 y 2030.

En un tono que raya en lo ridículo, diversos periodistas deportivos mexicanos han publicado en últimos días que la designación de México en abril de 2017 por parte del Comité Ejecutivo de la FIFA como uno de los tres países organizadores del mundial 2026 fue meramente “fortuita”.

Para recalcar que el nexo entre la FIFA y la televisora de avenida Chapultepec es primordialmente político, y posteriormente económico, vale traer a colación el episodio contado por Fernández y Paxman a propósito del mundial México 1986.

Créditos: Lee Cofa. Vía Flickr.

La justa mundialista de aquel año, a cuya organización renunció Colombia, contra todo pronóstico fue reasignada a México por dedazo de Havelange ante la competencia de Estados Unidos y Canadá. Mientras que Televisa y FIFA habrían logrado al menos 20 millones de dólares en ganancias (un récord hace 40 años), de acuerdo a los autores, el gobierno mexicano del presidente Miguel de la Madrid habría gastado 600 millones de billetes verdes en dinero del erario con graves pérdidas para la hacienda pública.

Justamente, es en el opaco rol que gobiernos y autoridades desempeñan en ligas y torneos avalados por la FIFA, que la prensa deportiva opera como si fuera un partido de Estado según la teoría de Gramsci: lo político se reviste con un disfraz cultural volviéndose irresoluble, invisible e intocable. Así, diversas voces del comentario deportivo profesan el dogma de que “política y deporte no se mezclan”, cuando este tipo de prensa en nuestro país a menudo suena sus matracas a favor de los partidos y de los gobiernos del statu-quo.

Una posible causa penal contra Azcárraga Jean en la Corte de Distrito Este evidenciaría la obsoleta militancia política de esta prensa. Se trata de una prensa cuya línea editorial pasa por alto hechos flagrantes de corrupción y violencia que explican la prolongada decadencia del futbol mexicano, evidente en el clamor popular de una afición que se aleja de los estadios publicando y comentando en redes imágenes de homicidios dolosos, como en el estacionamiento del Club Xolos de Tijuana, y de barbarie multitudinaria, como en la Corregidora de Querétaro, donde barristas de Atlas de Guadalajara acabaron desnudos, vejados e inconscientes.

Por mencionar dos ejemplos de noticias ignoradas olímpicamente por la prensa mexicana, mismas que exhiben el nexo entre poder y deporte, vale citar, por un lado, las revelaciones en el juicio de García Luna; y por el otro, las resoluciones del organismo autónomo llamado Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), favorables al imperio televisivo que quizás no volverá a dirigir más el heredero del “Tigre”.

A pesar de haber declarado tres veces ante tribunales federales de Estados Unidos que clubes del balompié mexicano como Celaya, Irapuato y Gallos Blancos fueron comprados y mantenidos con dinero del Cártel de Sinaloa entre 2001 y 2004, el nombre de Tirso Martínez, alias “El Futbolista”, aún es tabú para comentaristas de televisión. Sólo hasta la tercera vez, con el juicio al secretario de seguridad del expresidente Felipe Calderón, medios deportivos electrónicos e impresos publicaron tímidamente los testimonios del “Futbolista”, encargado de transportar cocaína por tren hacia Estados Unidos en el organigrama del “Chapo” Guzmán.

En 2004, cuando la Federación Mexicana de Futbol (FMF) desapareció a dos de los equipos vinculados al Cártel del Pacífico, Querétaro e Irapuato, a cambio de 14 millones de dólares cuyo beneficiario jamás fue dado a conocer, la prensa repitió los boletines de la FMF, según los cuales la medida tenía un interés exclusivamente deportivo, reduciendo de 20 a 18 los clubes de primera división y así “incrementar la calidad del espectáculo.”

Créditos g.villafano. Vía: Flickr.

En cuanto al organismo autónomo llamado Ifetel, cuya competencia en el papel es impedir los monopolios y oligopolios en telecomunicaciones, sus sentencias que datan de 2014 para obligar a Televisa a compartir la liga mexicana de futbol y la selección mexicana con otros “participantes del mercado” en los hechos refuerzan su posición como “actor preponderante,” eufemismo para referirse a un monopolio.

El ir compartiendo al Tri con TV Azteca, y la Liga MX con otros como Fox, Imagen, Espn, Caliente y Amazon, no ha significado ni más ni mejor periodismo, pues estos “nuevos” espacios se llenan con rostros y voces vinculadas orgánicamente al duopolio televisivo, cuyo sello editorial ha sido el de exprimir, subestimar, culpar, ningunear y faltarle al respeto a los sectores más populares y multitudinarios de la afición mexicana:

Tú vas a España o Argentina y el mesero allá sí distingue el 4-3-3 del 4-4-2.

Finalmente, el caso de Azcárraga Jean como parte importante y quizás hasta como cúspide de una pirámide de corrupción en la FIFA, remontándose a Azcárraga Milmo, viene a formalizar el quiebre entre los dueños de la pelota y la afición, cuyo interés legítimo por ver a la Selección Mexicana competir dignamente en deportes debe respetarse y obedecerse, pues en democracia la voluntad general es la que define el concepto de justicia.

Pese a que el derecho a la información del público mexicano ha sido vulnerado por una prensa presuntamente apartidista, la mediocridad de la selección mexicana y de la Liga MX le permiten inferir a ese mismo público que muchas cosas andan chuecas. Aunque la gente en la calle desconozca quién fue Joao Havelange, o quién es Gianni Infantino; aunque apenas se haya sabido que el Cártel de Sinaloa tuvo tantos equipos en primera división como Grupo Pachuca o Grupo Orlegi, ciertamente la gente cuestiona y critica a quienes están del otro lado de la pantalla al ver un partido de liguilla, de Champions o de Mundial.

Un vistazo a las redes y una plática informal sobre futbol al usar el transporte público o viendo un partido en la tribuna popular de algún estadio demuestra que la prensa perdió, diría Antonio Gramsci, su vínculo de representatividad. La crítica más certera viene de los de abajo, pues el vínculo entre Televisa y el FIFAGate retrata a comentaristas, presentadores y analistas cuya función por años ha sido ornamental. Un bonito florero.


[1] Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Ediciones Era, México, 1999. pp 326-327

[2] Ken Bensinger, Tarjeta Roja: el fraude más grande en la historia del deporte, Planeta, México, 2018, p.410.

[3] Claudia Fernández y Andrew Paxman, El Tigre, Grijalbo, México, 2000. p.159.


César Martínez (@cesarkickoff) Maestro en relaciones internacionales por la Universidad de Bristol y en literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

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