De mediados de 2024 a la fecha, hemos observado una creciente polarización política que tiende a estar determinada por el género, en donde los hombres se inclinan mayoritariamente a la derecha y las mujeres hacia la izquierda. Este fenómeno se está repitiendo en varios países como Corea, España, Argentina, Estados Unidos, Francia y Alemania, donde además las redes sociales y la aparición de movimientos como el conocido “trad wife” han reforzado los roles de género y esto ha impactado en los votantes, llevando al triunfo a partidos que enuncian valores tradicionales y conservadores.
La diferencia entre preferencias políticas entre hombres y mujeres no es nueva, pero actualmente han surgido varios movimientos en internet que después se replican en la vida real. Un ejemplo claro es Corea del Sur, en donde surgió el movimiento 4B, que tiene por objetivo decir no al matrimonio, no a tener citas, no a mantener relaciones sexuales y no a tener hijos con hombres, porque mientras ellas apuestan mayoritariamente a la expansión de derechos para grupos vulnerados como migrantes, mujeres, comunidad LGTB+ y clases obreras, los hombres cada vez se radicalizan más y se inclinan a la extrema derecha, en donde ven la ampliación de derechos como una amenaza contra ellos mismos.

Movimientos en redes sociales como “trad wife” han ganado notoriedad en plataformas digitales, que en un principio pueden surgir como simples personajes o humor, pero en realidad el impacto de este contenido afecta más de lo que pensamos, pues tiene el poder de apelar a los sentimientos y valores tradicionales, que al hacerse virales, logran impactar a un grueso de la población que busca igualarles, ya sea teniendo una esposa tradicional o intentando ser ella. Esto sin denostar el deseo de formar una familia, pero por lo general, son estos los mismos discursos que utilizan como gancho los candidatos de derecha para llegar a sus votantes, ya que ellos promueven la defensa la familia, los valores tradicionales de cada país y protección al trabajo y dinero, lo cual suena bastante convincente, pero trae escondido un discurso de odio, que apela entonces a coartar libertades de mujeres, oponerse a la diversidad, estar en contra de la migración y también los programas sociales que beneficien a las minorías.
Los algoritmos juegan un papel importante, ya que basta compartir un video de TikTok, Facebook o Instagram para que constantemente comiences a recibir contenido de la misma naturaleza y, debido a las actuales formas de comunicación política en campañas y discursos políticos, es fácil que personas que han sido persuadidas por movimientos tradicionales que surgen en internet, empiecen también a ser presas de discursos anti derechos, creando así una cámara de eco que distorsiona la percepción de la realidad en donde se confunden la vida real y el algoritmo de nuestros celulares.
Por su parte, los discursos de extrema derecha a menudo emplean herramientas provocativas para generar emociones intensas lo cual aumenta las posibilidades de que dichos mensajes se compartan ampliamente y se amplifique su alcance. La investigación titulada “Radicalización digital: el efecto de las redes sociales en el extremismo político y el discurso del odio” señala que las redes sociales han modificado significativamente la manera en que se consume información, permitiendo que mensajes de fiabilidad cuestionable se difundan rápidamente.

Un ejemplo de la estrategia de comunicación que busca conectar es la frase que enunció Donald Trump durante su campana, “Kamala is for they/them, President Trump is for you”, aludiendo a que Kamala Harris era la candidata de las personas no binarias, es decir de las minorías, pero hizo un énfasis aludiendo al sentimentalismo y al votante de manera directa cuando dice «el presidente es Trump es para ti». Por su parte Elon Musk constantemente muestra en redes su desprecio contra «el virus woke» que es el movimiento progresista de Estados Unidos, el cual asegura que corrompe la sociedad porque les ha quitado libertad a las personas que buscan expandir los discursos conservadores.
Después del triunfo de Trump, Mark Zuckerberg, el CEO de META, publicó un video mencionando que las reglas para Facebook e Instagram cambiarían y comenzarían por impulsar mayores libertades, pues en los últimos años lo habían hecho de manera automática para regular el contenido violento o prohibido, pero esa medida “se había excedido” y habría que configurarlo nuevamente para asegurar libertad de expresión. Discurso que suena bastante convincente, pero apela a los mismos fines: permitir discursos de odio en redes sociales y con ello, persuadir votantes de la legitimidad de la derecha.
En el caso de Alemania, el fenómeno de la preferencia política marcada por el género también fue evidente. Previo al triunfo del ala conservadora, se realizó un estudio por parte del Pew Research Center, en donde el 26% de los hombres alemanes tenían opiniones positivas sobre la AfD (el partido de derecha), frente al 11% de las mujeres, y la proporción de hombres que sostienen esta opinión habría aumentado 10 puntos desde 2022. Esto se debe a una razón simple, el auge de los discursos conservadores en redes sociales, donde desafortunadamente la derecha ha sabido colarse y con ello impactar no solo en sus pases, sino a lo largo y ancho de Europa y el continente americano.
Considero que las mujeres tendemos a inclinarnos mayormente a la izquierda debido a la posición en la que por años hemos estado, hemos sido blanco de ataques y disminución de derechos desde siempre, pero por su parte los hombres, no sólo en Alemania sino en todos aquellos lugares donde la derecha ha triunfado, manifiestan estar preocupados por la migración y la inseguridad que esto genera en sus países, y se inclinan entonces a votar por partidos que busquen regular o incluso frenar por completo la migración, por medio de deportaciones o normas violatorias de derechos humanos, como es el reciente caso de Estados Unidos.

El impacto de estos discursos en redes sociales en cuentas externas a los partidos ha llevado incluso a los jóvenes alemanes a cuestionarse las narrativas sobre la Segunda Guerra Mundial y en Estados Unidos, lo que empezó en plataformas digitales como un movimiento en contra de la “ideología de género” término en la firma de órdenes ejecutivas donde la National Science Fundation debe someter a revisión todos los proyectos de investigación que tengan “palabras clave” alusivas a la diversidad, equidad e inclusión, entre ellas discapacidad, víctima, género, minoría, discurso de odio, persona embarazada e incluso mujer.
Lo verdaderamente peligroso de los discursos en redes sociales son el efecto expansivo y extraterritorial que llegan a tener, en donde además de estar perdiendo normas que regulen las declaraciones de odio y que violan de derechos, llegan fácilmente a cualquier persona en cada rincón del mundo y hacen referencia a emociones momentáneas y situaciones individuales, que en realidad se deben a problemas estructurales donde se debe actuar conjuntamente a través del Estado y la comunidad.
Llegamos así a ver personas en México deseando que se instale un centro de reclusión como en El Salvador para terminar con la delincuencia, a la cuenta oficial de la Casa Blanca publicando videos trend de ASMR con las cadenas de los migrantes deportados, a influencers “trad wife” apoyando a Vox en España, a usuarios de X utilizando el saludo nazi e incluso celebrando que se regalen motosierras entre políticos.
La derecha y el discurso de odio ha existido siempre, pero nos encontramos ahora mismo en un momento histórico en que las redes sociales juegan un papel importantísimo para radicalizar a los votantes, que en su mayoría tienden a dividirse también por género. Debemos seguir vigilando constantemente el actuar de los partidos políticos y sus afines, que utilizan las redes sociales mejor que cualquier otro para difundir ideas regresivas y que ahora más que nunca, parecen tener un cúmulo de emociones para utilizar como catalizador e influir en el futuro no solo de los países, sino de la humanidad.

Frida Barbosa (@fridabarrbosa) es abogada feminista.