Cónclave

Por Belem Hernández

El 7 de mayo inició el Cónclave en la Basílica de San Pedro. Los cardenales que votarán y serán votados ingresarán a las habitaciones que se encuentran en Domus Sanctae, para después elegir desde la capilla Sixtina al que será el nuevo papa. Lo anterior trasciende no sólo por la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril, sino por el impacto de la película Cónclave dirigida por Edward Berger.

Esta adaptación al cine de la novela homónima de Robert Harris ha tenido una excelente aceptación por ser llevada con un aura de misterio hasta el final y por mostrar con claridad el proceso con el cual se elige a la máxima autoridad de la religión católica. Desde mi punto de vista Berger acierta en no romantizar al clero , que es parte de una de las estructuras eclesiásticas más tradicionales y con más adeptos en la historia de la humanidad, y al transmitir todas las pasiones que hay en torno a la política. En cada uno de los diálogos señala de manera explícita los vicios y fallas que son una realidad en esta institución como la pederastia, la corrupción y la simonía.

Propaganda grabada de los whigs en hoja volante sobre la Conspiración Papista, con la apoteosis de los testigos de la conspiración en la parte superior, sobre una reunión del Papa y los papistas (Londres, Benjamin Crome, s/f). Abril de 1681. © The Trustees of the British Museum. Compartido bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0).

Asimismo, se empeña en evidenciar el lado más humano y falible de cada cardenal, pues la avaricia, envidia, lujuria, soberbia, ira y ambición son centrales en la lucha por el poder, en la realpolitik. Cada acción que cada uno de los interesados ejecuta para ganar la elección, nos recuerda a series como las de House of Cards. Berger exhibe una estética impresionante en la escenografía y vestuario que, inevitablemente remontan al pasado medieval: ver el desfile de túnicas rojas en pantalla y el interior de la imponente Capilla Sixtina fue para mi volver a vivir el síndrome de Stendhal que únicamente puede provocar la magia artística romana.

Es interesante también reflexionar en torno al papel de las mujeres dentro de la estructura eclesiástica, dado que no es un secreto que su función es secundaria y de servicio, sin derecho a voz ni voto en elecciones y decisiones cruciales. Lo que a mi parecer es uno de los dogmas más grandes de la fe católica como lo muestra la película. Justamente, quiero cerrar este breve texto con el discurso de Lawrence sobre la certeza como dogma, el cual considero es lo más valioso de esta película: el cuestionamiento a lo contradictorio de los valores de una religión que ya no empata con la realidad de las personas.

La certeza es el enemigo mortal de la tolerancia. Nuestra fe es un ser viviente precisamente porque va de la mano con la duda. Si solo hubiera certeza sin la duda, no habría misterio. Y por lo tanto, no necesitaríamos fe.


Belem Hernández (@Belem57361390) es Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Tapatía por herencia, puma de corazón.
Instagram: @bellotaaaaaaaaaaaaaaaaa

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