Carmen Aristegui ante Televisa: “Perro no come perro”

Por César Martínez

… viven una tremenda incertidumbre

pues la posibilidad de trepar (y aun

la de atornillarse en un puesto) es

muy limitada…


Daniel Cosío Villegas.

¿Cómo se llega a ser periodista en México? ¿Estudiando una carrera y aplicando a vacantes en bolsas de trabajo? ¿O más bien tejiendo redes de contactos, relacionándose con profesores, colegas, familiares, políticos, directivos de medios y/o periodistas de renombre? A juzgar por los reportajes #TelevisaLeaks publicados por Carmen Aristegui, nuestros periodistas llegan a serlo de esta última manera: sometiendo el oficio periodístico a la práctica de una política acomodaticia, coloquialmente conocida como “perro no come perro”.

El nuevo escándalo en la televisora habría iniciado antes del 2018, cuando el joven estudiante de cine Germán Gómez García movió la ‘palanca’ de un tío, el columnista de El Universal y conductor de Heraldo TV, Salvador García Soto, para ingresar como productor de video bajo las órdenes de un alto directivo de Televisa en Avenida Chapultepec. Denunciando ser víctima de explotación laboral y de padecer problemas de salud mental agravados por las condiciones de trabajo, German entregó en enero de 2025 a Aristegui un disco con evidencia apuntando a que Televisa opera guerra sucia en redes con granjas de bots para difamar a sus enemigos y encumbrar políticamente a sus clientes (uno de los cuales, por cierto, es el exministro Arturo Zaldívar, hoy cercano colaborador de la presidenta Claudia Sheinbaum).

En el baile de la Ópera, el rey Luis Felipe (al centro), disfrazado de payaso, es confrontado por Charles Philipon (a la derecha, representando al diario Caricature) y Louis Desnoyers (a la izquierda, representando al diario Charivari), ambos vestidos de bufones. Litografía atribuida a Korff, 1834. Colección Wellcome. Fuente: Wellcome Collection.

Decir “perro no come perro” al hablar de medios y periodismo en México equivale a decir “quien se mueve no sale en la foto” al referirse a la clase política durante el priísmo prehistórico del siglo XX. Ambas frases esconden aquel añejo lamento de don Daniel Cosío Villegas sobre la forma en que la política y el periodismo se practican en nuestro país. Es decir, sin ventilar públicamente las diferencias por medio de una prensa libre (como en tiempos de Benito Juárez y de Sebastián Lerdo de Tejada, sostenía don Daniel); optando, en cambio, por la autocensura, el intercambio de favores y el pacto de silencio. Cosío remataba: “una situación semejante nos alejaría aún más de una vida pública sana y abierta, pues quedaría acentuado hasta lo indecible su carácter palaciego y oculto, de ruda intriga y de puñalada trapera.”

Concretamente, tanto el “perro no come perro” como el “quien se mueve no sale en la foto” exhiben una actitud de subordinación, donde denunciar vicios con nombres y apellidos al interior del gremio equivale a suicidarse profesionalmente. Quizá uno de los episodios más lamentables de TelevisaLeaks ni siquiera refiere a gobiernos y gobernantes, sino a deporte y entretenimiento: es el caso del cronista deportivo David Faitelson, blanco de un linchamiento atroz orquestado desde “El Palomar” de Televisa, quien no obstante ha permanecido callado ante las revelaciones de Aristegui.

Faitelson, antes crítico acérrimo de la televisora dueña del Club América y de la selección mexicana de fútbol, es hoy una estrella más del Canal de las Estrellas.

Si usáramos un concepto de sociología para interpretar los TelevisaLeaks, deberíamos hablar de “corporativismo”. Esto es, el conflicto de interés entre interés público, por un lado, e interés de grupo, partido o facción, por el otro. Así, la revelación más espeluznante de Germán Gómez García es que, (una vez que el equipo de “Palomar” fue trasladado al búnker, o planta baja, de Televisa Chapultepec), testimonió que dos diputadas plurinominales del PAN y de Morena trabajaban recibiendo órdenes de Javier Tejado Dondé, el directivo relacionado con “el tío” García Soto. Asimismo, narró a Aristegui que otra colaboradora de Tejado, Dora Alicia Martínez Valero, es hoy candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). “Televisa quiere que Dora sea presidenta de la Corte, tal y como colocó a Arturo Zaldívar en una posición de poder”, relató Germán a Aristegui.

Un perro grande, que emerge del agua con la cabeza del duque de Wellington, y un perro más pequeño con la cabeza de Lord John Russell, tiran de un palo con la inscripción “comité Irlanda”, mientras John Bull y Daniel O’Connell, sus respectivos dueños, esperan al fondo. Litografía coloreada de H.B. (John Doyle), 1839. Fuente: Wellcome Collection.

“Dora, la Transformadora” (como Martínez Valero se hace llamar en su candidatura a la SCJN), fungió, según la carta que ella envió a Aristegui a manera de réplica, como “directora de asuntos electorales de Televisa de 2016 a 2023”. Niega categóricamente estar relacionada con Zaldívar y sostiene que su relación laboral con Tejado acabó hace más de un año. Sin embargo, causó extrañeza en usuarios de redes la amistosa entrevista que “La Transformadora” sostuvo con dos de los así llamados “relevos generacionales” de Morena: Poncho Gutiérrez y Julián Mazoy, para el portal SDPnoticias. “En realidad no sorprende tanto”, se dijo en X, “pues SDP es un medio financiado con capital de Televisa pensando en llenar el nicho de medios chairos.

Ciertamente, es difícil enmarcar como corporativismo clásico el escándalo TelevisaLeaks, pues en él aparecen coligadas personas de partidos políticos opositores entre sí, medios que en apariencia compiten por las audiencias, e incluso representantes de los tres Poderes de la Unión. El corporativismo clásico del viejo PRI se aplicaba a los sectores popular (o burocrático), obrero y campesino; sin embargo, en el relato de Germán Gómez hay incluso una arista de nepotismo y servilismo en la “palanca del tío” con Tejado, quien no recurrió a Televisa, sino a Joaquín López-Dóriga, en Radio Fórmula, para arremeter contra Aristegui, acusándola de estar motivada por dinero.

Siendo insuficiente la sociología para explicar la tragicomedia de nuestro periodismo, vale la pena recurrir a la simple, pero eficaz crítica de Cosío Villegas en cuanto a la falta de ética prevaleciente en nuestra vida pública; equivalente a lo que Hannah Arendt solía denominar el carácter nacional de la gente de un país: “En todo caso, el mexicano, por lo visto, ha acabado por creer que ha caído en desuso la independencia de criterio, [pues] una experiencia larga y hasta ahora no desmentida le enseña que la sujeción es mucho más lucrativa que la independencia.”

“Perro no come perro”, en otras palabras, es el dicho usado por periodistas en México para esconder su miedo como patrón de conducta generalizada y como requisito indispensable para caer de pie en medios públicos o privados. Sin debate abierto ni reglas transparentes entre periodistas en nuestro país, la frase de Cosío Villegas de 1976 es más vigente que nunca: una tremenda incertidumbre les envuelve y les hace obsesionarse con trepar o atornillarse en su puesto. Efectivamente, Carmen Aristegui ha roto el pacto de silencio del periodismo mexicano, desnudando a un gremio anquilosado, corrompido, falto de originalidad y esencialmente acomodaticio. 

Lejos estamos de vivir el ideal del periodismo democrático para una república donde, según sostenía Sebastián Lerdo de Tejada, la prensa se regula con la prensa.

Interior de una cafetería. Los hombres se reunían en las cafeterías para intercambiar información comercial, debatir sobre política y arte, mientras bebían café, fumaban y leían hojas informativas. El papel de la cafetería como foro de discusión política alarmó a las autoridades, y el rey Carlos II las prohibió en 1675. El intercambio de información que facilitaban estos espacios dio lugar al desarrollo del periodismo financiero, la modernización de la Bolsa de Valores y la creación de compañías como Lloyd’s Insurance. © The Trustees of the British Museum. Compartido bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0).

César Martínez (@cesar19_87) es maestro en relaciones internacionales por la Universidad de Bristol y en literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

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