CUANDO ESCRIBO PIENSO EN CULOS
El escalpelo siempre
está al borde de la página
y es peligroso saltar
de un jardín
hacia una alberca con orines.
Sólo escribo
cuando el tuétano se roza con el alma
y eso ocurre a menudo
cuando me enamoro de alguien bello.
Un gancho al hígado
siempre es contundente
cuando no basta estar desnudo,
una flor no es el hecho milagroso
cuando las piedras cantan
las canciones más dulces.
Tapar el sol con un dedo
es un procedimiento poético,
como hablar de días soleados
o de culos maravillosos.
Escribir puede ser una terapia desastrosa.
LOS PERROS QUE ME HABITAN
Soy los talones de mi alma,
un pedernal con el que alumbro la noche,
fumo cinco tabacos al día y duermo con calcetas.
He leído una cantidad de libros
que no me dice nada,
cuando escribo corto avalanchas
con la lengua
y los perros que me habitan
se amansan como si jugaran al frisbee.
Tengo un nombre hebreo,
pero la facha arabesca
y mi silencio es una niña huérfana
recordando a sus padres.
Ya se está yendo otro invierno
y la vida es una cubeta de hollín,
pero eso no puedo ponerlo en mi currículo.
Cuando miro hacia el suelo
el infierno me habla
y es como si un carnaval disonante
me diera de su vino secular.
Dios es un enigma para mí,
como un abrigo de lana en el perchero
me acerco a él
porque el mundo tiene las manos heladas.
Se han secado las frutas del éxtasis
y el calendario se ha vuelto una guillotina,
cuando miro el vacío me responde el espejo.
Adentro quedan pocas sillas,
los jinetes vendrán entre relámpagos,
he tomado una moneda para pedir un deseo,
tal vez mañana me convierta en un jardín.