Dos poemas

David Cacho

CUANDO ESCRIBO PIENSO EN CULOS

 

El escalpelo siempre

está al borde de la página

y es peligroso saltar

de un jardín

hacia una alberca con orines.

 

Sólo escribo

cuando el tuétano se roza con el alma

y eso ocurre a menudo

cuando me enamoro de alguien bello.

 

Un gancho al hígado

siempre es contundente

cuando no basta estar desnudo,

una flor no es el hecho milagroso

cuando las piedras cantan

las canciones más dulces.

 

Tapar el sol con un dedo

es un procedimiento poético,

como hablar de días soleados

o de culos maravillosos.

 

Escribir puede ser una terapia desastrosa.

 

 

LOS PERROS QUE ME HABITAN

 

Soy los talones de mi alma,

un pedernal con el que alumbro la noche,

fumo cinco tabacos al día y duermo con calcetas.

 

He leído una cantidad de libros

que no me dice nada,

cuando escribo corto avalanchas

con la lengua

y los perros que me habitan

se amansan como si jugaran al frisbee.

 

Tengo un nombre hebreo,

pero la facha arabesca

y mi silencio es una niña huérfana

recordando a sus padres.

 

Ya se está yendo otro invierno

y la vida es una cubeta de hollín,

pero eso no puedo ponerlo en mi currículo.

 

Cuando miro hacia el suelo

el infierno me habla

y es como si un carnaval disonante

me diera de su vino secular.

 

Dios es un enigma para mí,

como un abrigo de lana en el perchero

me acerco a él

porque el mundo tiene las manos heladas.

 

Se han secado las frutas del éxtasis

y el calendario se ha vuelto una guillotina,

cuando miro el vacío me responde el espejo.

 

Adentro quedan pocas sillas,

los jinetes vendrán entre relámpagos,

he tomado una moneda para pedir un deseo,

tal vez mañana me convierta en un jardín.

 

«Gelert» by Giles Watson’s poetry and prose is licensed under CC BY-SA 2.0
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