Imperialismo y fascismo en el nuevo tablero geopolítico

Por Katu Arkonada

Prólogo del libro: Ricardo Alemao, Katu Arkonada y Matías Casiabue (coordinadores), Mundo en llamas: imperialismo y fascismo en el nuevo tablero geopolítico. Ciudad de México, Partido del Trabajo, 2024. 

No es común encontrar textos que intenten examinar el imperialismo, un concepto antiguo que parece asociado al comunismo y a la Guerra Fría, pese a que tiene más actualidad que nunca. En el mundo que conocíamos había un centro y una periferia, y se se explotaba a los pueblos y personas del Sur Global. Si bien el mundo está cambiando y nuevos polos contrahegemónicos están surgiendo, el imperialismo (estadounidense, claro, porque no hay otro) se mantiene y entra en una fase donde en la medida en que su hegemonía se reduce, aumenta su nivel de violencia.[1]

Por eso asistimos a más guerras que nunca por los recursos naturales del planeta, a nuevas formas de violencia para acaparar los bienes comunes (incluido uno tan necesario para la vida como el agua) y a migraciones masivas que huyen de la pobreza, la violencia y las guerras buscando el cada vez más depreciado American way of life (fruto de la todavía hegemonía cultural del capitalismo e imperialismo estadounidense). A su vez, la riqueza, sobre todo a partir de la crisis económica de 2008 y la pandemia de 2020, cada vez se concentra, e incluso se duplica, en menos manos, al igual que sucede con los medios de comunicación masivos, cada vez controlados por menos corporaciones.

Portada del libro Mundo en llamas: imperialismo y fascismo en el nuevo tablero geopolítico. Autor: Hugo Aseff.

Esta fase cada vez más violenta del imperialismo, expresada en guerras, golpes de Estado y bases militares por todo el mundo, se sitúa en medio de una crisis del modelo neoliberal en su expresión globalizadora. El mundo se retrotrae a las fronteras de los Estados-Nación mientras aumentan los conflictos por los recursos naturales y las guerras comerciales, y ascienden expresiones políticas con características fascistas expresadas en las figuras de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei, entre otros. Probablemente la expresión más clara del viejo orden internacional que muere y el surgimiento de un mundo nuevo lo podemos observar en la disputa descarnada en Estados Unidos entre el sector globalista y el neoconservador, con apéndices en otras partes del mundo, desde el Brexit en Europa a la guerra proxy entre la OTAN y Rusia con Ucrania como tablero de operaciones. Por eso insistimos en que el imperialismo está más vigente que nunca, puede que con cambios de forma, pero nunca de fondo.

La lectura del imperialismo hoy no puede abstraerse de la disputa geopolítica. Como lo define Jorge Hernández, Director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre EEUU de la Universidad de La Habana (CEHSEU), el sistema de dominación imperialista se construye a partir del ejercicio del poder en todos los espacios, incluyendo en el siglo XXI, de manera prioritaria, el ideológico, el cultural y el cibernético. Más allá de los territorios y los océanos, la conquista de las mentes y los corazones se inserta en el centro mismo de la disputa hegemónica actual.

Lenin. Vía Flickr.

El imperialismo en su fase actual no sólo es, como lo definía Lenin, concentración de capital, fusión del capital industrial y bancario, predomino de la exportación de capital, formación de asociaciones de capital global (corporaciones) y reparto territorial. Es también, como sostiene Domenico Losurdo, un complejo sistema de dominación, un neocolonialismo económico-tecnológico y judicial.

Pero en esta fase del capitalismo y el imperialismo estadounidense en decadencia, el ascenso del Sur Global ha cambiado por completo las relaciones de equilibrio del nuevo orden internacional. Ahora mismo China está desplazando a Estados Unidos como centro económico y productivo del mundo, junto a la emergencia de nuevos actores y nuevos espacios geográficos que conforman un mundo en llamas, acelerando el surgimiento de un nuevo tablero geopolítico.

En África, la región del Sahel, con Burkina Faso, Mali y Níger a la cabeza, está dinamitando el orden neocolonial con golpes de Estado de militares nacionalistas, enseñando al Norte, o más bien denunciando al mundo, que hay tres tipos de terrorismo, como señala el Coronel Assimi Goita, Presidente de Mali: el terrorismo de los grupos armados, el económico, y el comunicacional. En el Sahel están recuperando su soberanía nacional y económica, expulsando a las tropas francesas y nacionalizando sus recursos naturales, petróleo y oro entre ellos, al mismo tiempo que dan un impulso a la integración africana, sustentada sobre los principios históricos del panafricanismo.

También en la periferia de Occidente, Medio Oriente, o Asia Occidental, como la definen algunos autores, está en llamas. La solidaridad con la lucha de liberación nacional y anti colonial palestina frente al sionismo debe ser absoluta e incondicional. Todos los métodos de lucha son validos contra el fascismo. Es importante resaltar que el apartheid no es el único crimen israelí, los crímenes de guerra, el robo de tierras y los refugiados conforman un genocidio que merece la condena de la comunidad internacional, si esta sirviera para algo.

Créditos: Esculapio Pérez. Vía Flickr.

También en el Sur Global, que no geográfico, Rusia sigue enfrentando a la OTAN mientras una parte de la izquierda insiste de manera errónea en que Putin no es de izquierda. La dicotomía en estos momentos no es izquierda-derecha, sino desde la perspectiva de la lucha de clases, quién está enfrentando hoy el fascismo, el colonialismo y el imperialismo, expresado en este caso en la OTAN, que debería ser considerada una organización terrorista en el nuevo mundo que está naciendo.

Probablemente el fascismo es la mayor amenaza para la humanidad hoy en día. Así como el fascismo en el siglo XX surgió como resultado de las crisis del capitalismo y para enfrentar a los movimientos socialistas y de liberación nacional que disputaban el poder estatal, en el siglo XXI surge un neofascismo que también lucha contra el fantasma del comunismo expresado en el concepto “marxismo cultural e ideología de género”, pero con armas culturales nuevas que movilizan a las masas y al proletariado que siente va a perder sus privilegios frente a las migraciones. Un neofascismo que se apoya en bloqueos y sanciones, pero que también está ganando la batalla cultural, apoyada por los medios de comunicación masivos pero también por un uso estratégico de las redes sociales para aprovechar el descontento social en sociedades cada vez más fragmentadas, siempre en favor de los sectores más reaccionarios del capital trasnacional.

En América Latina lo hemos visto personificado en las agresiones contra Cuba o Venezuela; ésta última ha sufrido la mayor operación mediática de la historia tras las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 que dieron la victoria a Nicolás Maduro, pero también en el ascenso de figuras como Milei o Bolsonaro, que esperan la victoria de Trump en Estados Unidos para reforzar esta suerte de Internacional Neofascista. Pero este ascenso del fascismo no sólo cristaliza en las nuevas derechas, sino también en muchos progresismos, como es el caso de Boric en Chile, que acaba de abrir de par en par las puertas de su país a la presencia del Comando Sur de los Estados Unidos.

Mientras tanto, la izquierda, en América Latina y en el mundo en general, se asemeja al borracho que busca sus llaves perdidas en medio de la calle y debajo de un farol que le ilumina. Y cuando pasa un ciudadano que pretende ayudarle, al no encontrarlas, le pregunta si está seguro que las perdió en ese lugar. La respuesta es contundente, y clarificadora: “No, pero es el único lugar donde tengo luz para buscarlas”. Pareciera que seguimos buscando respuestas a nuevas preguntas; preguntas que han cambiado con el nuevo orden internacional, con un viejo imperialismo con nuevas formas, espacios y fronteras, geográficas y mentales, con nuevas sociedades formateadas en otra lógica cultural.

*Prólogo del libro “Mundo en llamas: imperialismo y neofascismo en el nuevo tablero geopolítico. El libro puede encontrarse en Nodal.

Créditos. Monkey Mouse. Fanático escarlata. Vía Flickr.

Katu Arkonada (@KatuArkonada) trabajó durante más de 10 años en el gobierno de Evo Morales
en Bolivia. Actualmente vive y trabaja entre Ciudad de México y Honduras y ha sido asesor de varios gobiernos progresistas. Ha prologado libros de Slavoj Zizek (Bienvenidos a tiempos interesantes) y Álvaro García Linera (Qué es una revolución).


[1] Se calcula que el imperialismo estadounidense ha particido en más de 200 conflictos militares desde el fin de la II Guerra Mundial, alrededor de 100 intervenciones militares tan solo desde el fin de la Guerra Fría.

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