Garrotes y zanahorias del presidente Trump: Ucrania y México

Por César Martínez

Según Aristóteles el poder político
distingue a los pueblos civilizados:
para los bárbaros, el despotismo.

Alessandro Passerin d’Entreves

El lapso de menos de una semana transcurrida entre la humillación sufrida por el líder ucraniano Volodymyr Zelenskyy ante el presidente Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance; y los plácemes expresados por la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum al lograr postergar los aranceles contra México, nos hace cuestionar si Estados Unidos no emplea ahora una táctica rudimentaria, pero eficaz: el garrote y la zanahoria.

Mientras que, un viernes en la oficina Oval de la Casa Blanca, el actual Jefe de Estado de Ucrania padecía reprimendas públicas por “apostar por la tercera guerra mundial”, “hacer campaña en Pensilvania a favor de la oposición” y “recibir más de 350 mil millones de dólares para sostener su ejército sin decir gracias”; el jueves siguiente, la Jefa del Estado mexicano, en Palacio Nacional, afirmaba haber convencido a Trump mostrándole personalmente gráficas y datos sobre flujos migratorios y trasiego de fentanilo en la frontera común.

La frase en inglés I did this accommodation, out of respect for president Sheinbaum, publicada por el mandatario estadounidense fue traducida al español en la conferencia mañanera del seis de marzo de 2025 de esta forma: Lo hice como una forma de concesión y respeto a la presidenta Sheinbaum.

Resulta evidente que, exhibiendo a Zelenskyy y condescendiendo a Sheinbaum, el presidente de Estados Unidos usa el garrote o la zanahoria en el trato con jefes de Estado considerados desiguales o bien, (para decirlo sin eufemismos), como jugadores inferiores en el orden mundial. Aquello que el expresidente López Obrador, hablando de su relación con su homólogo Joe Biden, calificaba de “pie de igualdad”, hoy no existe ni siquiera en el discurso.

Antes de que alguien se apresure a esgrimir eso de que la enorme asimetría de poder entre Estados Unidos y México en efecto hace del pie de igualdad una mera ilusión, vale aclarar que la noción de igualdad (o de desigualdad) en la disciplina de las relaciones internacionales se refiere a la naturaleza del tablero internacional: unipolar, cuando un Estado está sobre los demás, bipolar (como en la Guerra Fría) o incluso multipolar hablando del escenario que está en ciernes ahora.

Poner más el énfasis en la naturaleza del orden mundial y menos en la relación singular de un país fuerte con uno débil nos permite contextualizar la ‘diplomacia’ de garrotes y zanahorias del presidente Trump, viéndola como reflejo del gran debate que sigue preocupando a la élite política e intelectual estadounidense. Si el orden es multipolar, EEUU entonces afronta un natural declive cuyo escenario obliga a buscar vías de coexistencia política con Rusia y China. Pero si el orden es unipolar, entonces el riesgo de conflicto aumenta, pues la hegemonía existe ejerciéndola sutil o materialmente.

“Para mi profesor Samuel Huntington el signo de distinción entre países no es el tipo de gobierno, sino el grado de gobierno”, escribía su alumno, Francis Fukuyama, en su clásico best-seller El Fin de la Historia y el Último Hombre. Contrario al maestro Huntington, quien sostenía que el surgimiento de un orden multipolar a fines del siglo XX obligaba a Estados Unidos a negociar arreglos diplomáticos con sus iguales, Fukuyama celebraba la apabullante victoria de la hegemonía neoliberal: en un mundo dominado por la cultura del consumismo de bienes y servicios, el conflicto entre Estados sería dejado atrás, sostenía él, pues el mercado desplazaría a la política. Llegando así, al fin de la historia.

Carlos Alberto Montaner: Vladimir Putin and Donald Trump. Vía Flickr.

Bajo esta disyuntiva entre multipolaridad y unipolaridad se comprende que, al estilo de Huntington, el presidente Trump distingue según grado de gobierno entre iguales, con quienes se abre cierta opción política; y el resto, dignos de garrotes y zanahorias. En su propio best-seller, El Choque de Civilizaciones, Huntington no sólo le ‘corrige la plana’ a su alumno Fukuyama, sino que habla con voz profética sobre los casos de Ucrania y México como focos de riesgo para la seguridad internacional: él los llama torn countries, es decir, países lastrados por la ingobernabilidad y la anarquía, donde las clases gobernantes viven desconectadas de las mayorías gobernadas.

Finalmente, el polémico enfoque ‘civilizacional’ de Huntington parece influenciar claramente la postura de Trump en el mundo. Se le dice civilizacional sosteniendo que la eficacia de toda institución política depende de la capacidad de gobernantes y gobernados para hacer valer el Estado de Derecho, condición mínima indispensable de la gobernabilidad por igual en Estados Unidos, China, Rusia, Ucrania y México. En pocas palabras, es la dicotomía aristotélica entre civilización y barbarie.

Mientras la administración Trump-Vance se guíe por un concepto de orden mundial caracterizado por la multipolaridad, Estados Unidos hará diplomacia con sus iguales; y dejará para los demás la repartición de zanahorias y garrotes. Ante semejante escenario, la recomendación indispensable para el liderazgo político de México es abstenerse de hacer visitas a la oficina Oval.

Trump y la guerra comercial. Vía Revista de Relaciones Internacionales, UNAM.

César Martínez (@cesar19_87) es maestro en relaciones internacionales por la Universidad de Bristol y en literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

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