Justo cuando nuestro país y su clase política, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, cuestionan los narcocorridos como un nicho de la cultura que promueve la violencia y el machismo, otro espacio de la cotidianeidad en México pasa desapercibido: la repetitiva publicidad de aplicaciones de apuestas en los partidos del fútbol mexicano.
En cuanto a la música cuya letra hace apología del crimen y las drogas, la mandataria ha seguido la lógica del “prohibido prohibir” de su predecesor, asegurando que no habrá de su parte leyes mordaza o censura; prefiriendo, en cambio, que la sociedad se concientice y exista debate sobre la narcocultura. En este ánimo, valdría entonces debatir cómo se usa el deporte para promocionar eso que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denomina “conductas adictivas o trastornos compulsivos” relativos a las apuestas online.
En otras palabras, si por un lado se debaten ciertos géneros musicales en cuanto normalización de las conductas antisociales; por otro lado vale examinar cómo se normaliza que en transmisiones de torneos y diversas competencias deportivas, haya spots publicitarios cuya repetición podría propiciar problemas de salud mental, como la ludopatía, que degradan el tejido social.

“La ludopatía puede que sea el vicio más feo, porque de ahí te puede derivar un alcoholismo o el perder tu patrimonio”, reflexionó recientemente el tipster, o asesor de apuestas deportivas, Paulo Chavira, “El Gordo”, en un interesante podcast con Roberto Mtz. “Tú no sabes cuán desgastante es tener a 100, 200 c*brones mentándome la m… en el grupo de WhatsApp porque perdieron las Chivas.”
Roberto Mtz replicó: “Es que también se han sabido meter muy bien a la cultura popular con las aplicaciones y las transmisiones de partidos. Estoy de acuerdo que [la ludopatía] es algo peligroso, pero es difícil pedirle responsabilidad a la gente.”
Encuadrar la adicción a apostar en la cultura popular coincide con el debate actual en Reino Unido, acerca de si las prohibiciones o medidas coercitivas por parte del Estado son realmente efectivas en cuanto a disminuir o modificar hábitos adquiridos en sociedad. Tras un largo debate alertando sobre la publicidad de casas de apuestas de Vietnam, Filipinas, Grecia, Curazao, Malta y Sudáfrica, al frente de las camisetas de 11 de 20 equipos de la Premier League de fútbol varonil, la liga prometió retirar esta publicidad antes de 2026. Sin embargo, la publicidad de este tipo en rótulos en canchas y tribunas, en anuncios televisivos, sobre mamparas en salas de prensa y demás espacios continuará.
Se trata de un escenario similar al de Liga MX, donde cada cinco o diez minutos periodistas, narradores y comentaristas se convierten en voceadores de “los momios que paga América o Cruz Azul”, invitando a “bajar la app” y “disfrutar de miles de pesos gratis en tu primera apuesta.”
Si bien en Reino Unido los gobiernos del partido conservador postergaron consultas e iniciativas para revisar esta situación bajo el discurso de que “la mayoría de los apostadores adultos lo hacen responsablemente”, la OMS sugiere que para 2028 el ingreso de estos comercios se multiplicará en parte por el uso de “teléfonos inteligentes en países de ingreso bajo y mediano” como México.
Así, el organismo mundial es categórico: “Una promoción intensa del juego en línea o a través del deporte también supone un riesgo de normalización del juego para los niños y los jóvenes.”
En cuanto a psicología y neurofisiología, un enfoque crítico sobre adicciones como la ludopatía aparece en el clásico libro Anatomía de la Destructividad Humana, del psicoanalista Erich Fromm. Partiendo de los hallazgos neurológicos hechos por Robert B. Livingston, Fromm indica que en el funcionamiento del cerebro humano vale diferenciar entre estímulos simples y estímulos activantes: si los primeros son experimentados pasivamente (esto es, generando una satisfacción parecida a la de un alivio o apetito fisiológico como el de beber, comer, evacuar u otros), los segundos involucran activamente al sujeto en el desarrollo de las facultades de pensar, diferenciar, imaginar, priorizar, concentrarse, actuar, perseverar y crear.
Un estímulo simple, sostiene Fromm, obedece a una compulsión de corto plazo, mientras que un estímulo activante obedece a un empeño de largo plazo. De modo que él no sólo logra esgrimir que las adicciones en realidad son trastornos de conducta compulsiva, sino que además deja entrever que al hablar de epidemia de adicciones se habla más bien de una epidemia de tedio y aburrimiento en el nivel social:
La vida actual en las sociedades industriales opera casi enteramente con esos estímulos simples. Lo estimulado son impulsos como el deseo sexual, la voracidad, el sadismo, la destructividad, el narcisismo; estos estímulos se comunican por el cine, la televisión, el radio, los periódicos, las revistas y el mercado de artículos de comercio. En general, el anuncio se basa en la estimulación de deseos producidos socialmente. El mecanismo es siempre el mismo: estimulación simple → respuesta inmediata y pasiva.
Finalmente, definir lo compulsivo como la satisfacción inmediata de placeres o deseos materiales colocaría tanto a la ludopatía como a las adicciones promovidas por los narcocorridos como expresiones de una misma cultura o estilo de vida basada en el consumo. Citando a Immanuel Kant, Fromm añade que la consecuencia última del consumismo detrás de las compulsiones es, dejar de ver a las personas como fines en sí mismos, para verlas como medios, instrumentos u objetos para llenar vacíos individuales.
Así, no sorprende que los modelos de masculinidad y feminidad construidos en el imaginario del narcocorrido no sean muy distintos de la imagen del hombre y de la mujer fabricada en la publicidad de las ‘apps’ de apuestas. Si la sociedad mexicana entra de lleno al debate sobre la narcocultura y la ludopatía sin recurrir al atajo de la prohibición de Estado, habremos entonces de proponer formas renovadas de cultura, música y deporte: humanizar el esparcimiento y la recreación.

César Martínez (@cesarkickoff) es maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.