Masha Gessen, de origen ruso y ciudadanía norteamericana, quien ha incursionado en la escritura, el periodismo y la academia, ha publicado varios libros y diversos textos enfocándose en la autocracia, el contexto político ruso, Vladimir Putin, derechos LGBT, y recientemente Donald Trump. Sobrevivir a la autocracia se escribió en 2020, después de tres años de gobierno del empresario neoyorquino, y tiene dos objetivos primordiales: por un lado, argumentar que el gobierno de Trump se fue transformando, acercándose cada vez más, a uno autocrático, y por el otro, la búsqueda de posibilidades para superar esta problemática.
En la primera parte del libro, Gessen toma prestado un concepto del sociólogo Bálint Magyar usado para señalar procesos en los países poscomunistas: Estado mafioso. Éste corresponde a un sistema específico en el que un sólo ser humano distribuye dinero y poder a los demás miembros del sistema, y se compone de tres etapas: tentativa autocrática, avance autocrático y consolidación autocrática.
Al referir al caso específico de Trump en la presidencia, se observa que, si bien en ocasiones parecería que emergió como un evento aislado en la historia de EE. UU., en el país se han presenciado otros estados de excepción intermitentes en los que el gobierno se atribuía poderes con fines represivos e injustos. Estos, asentados, según se lee: “sobre el estado de excepción fundamental y estructural que afirma el poder del hombre blanco sobre todos los demás”.

De acuerdo con Mayar, el monopolio del poder político es un factor de riesgo importante, lo cual no es una realidad ajena a EE. UU. No obstante, Trump probablemente fue el primer presidente que se perfilaba para autócrata y que tenía el objetivo de destruir el sistema de gobierno estadounidense, ya que lo único que lo motivaba era el poder. El político de ultraderecha concibió la importancia del gobierno y la política únicamente por esta facultad, y sobresale por darle un uso vindicativo. Para él, el gobierno es una empresa que se gestiona con decisiones claras y gestos simples, no hay por qué complicarse. Conceptualización desinformada y arrogante, además peligrosa, que fue lo que finalmente lo llevó a la presidencia.
Los autócratas, según quien escribe el libro, suelen despreciar a todo el mundo, a sus afines y sus enemigos. Cuando llegó la pandemia el gobierno federal norteamericano estaba en parte desmantelado y corrompido. Un aspecto de importancia consiste en que Trump nunca separó sus negocios del gobierno. El gabinete de Trump, generó muchas acusaciones de conflicto de intereses. El político de ultraderecha era transparente en “la creencia de que el poder político debería generar enriquecimiento personal”. Para él, las reglas éticas eran opcionales y eligió hacerlas a un lado. Y si bien, el trumpismo transformó el gobierno a un punto irreconocible, esto sólo fue posible debido a que el sistema de gobierno estadounidense, en general, no separa el dinero del poder político, el poder se transforma en dinero y viceversa: es la esencia del sistema. Los poderes del ejecutivo son tan amplios que termina siendo imposible evitar todo conflicto de intereses.
Magyar también menciona que el autócrata conquista las instituciones del estado aniquilando la distinción entre ramas del gobierno y dominando los tribunales. Trump lo logró. El trumpismo también atacó la cultura política estadounidense. Masha Gessen plantea la existencia de dos realidades diferentes e independientes en Estados Unidos: una democracia representativa y una autocracia. Cuando se inició la investigación de destitución oficial de Trump convivían las dos realidades. El proceso era la contraofensiva de las instituciones democráticas estadounidenses a la tentativa autocrática.
En la segunda sección de Sobrevivir a la autocracia, se trata el tema discursivo y de la esfera de comunicación. El ataque discursivo de Trump se asemeja al de los lideres totalitarios del siglo pasado o al de los autócratas del siglo actual. La tentativa autocrática de Trump comenzó en este ámbito, con la distorsión de palabras o el vaciamiento de su contenido, en especial las que tienen que ver con las relaciones de poder. Igualmente, el político neoyorquino concibió que estar en la presidencia le daba derecho a ser objeto de adulación y que la confrontación o la disensión políticas eran una falta de respeto. Así, la realidad política común seguía disminuyendo y crecía la distorsión generada. Trump atacó el lenguaje compartido afirmando su poder mientras restringía la capacidad de hablar y actuar de la ciudadanía, finalmente atentaba contra la política.
Otra de las condiciones que, según el libro, hicieron eficaz el daño a la esfera pública, fue la disonancia acerca de la realidad. El autócrata, al estar desconectado de la realidad experimentada, no necesita ser coherente, la posibilidad de reformular su narrativa a voluntad demuestra su poder. La nueva administración se reservaba el derecho a mentir abierta y reiteradamente, como parte de su táctica política. La mentira dominó la esfera pública y el presidente dirigía los temas a los que se les prestaba atención. Desde el punto de vista trumpiano no existían los hechos, ni algún tipo de responsabilidad sobre sus declaraciones. El poder le dotaba del derecho a no ser cuestionado y de imponer cuál era la realidad, “tener razón es una cuestión de poder”.

También, según se lee, se hacía evidente una problemática alrededor del gobierno y los medios de comunicación. El periodismo, esencial en una democracia y creador del sentido de realidad compartida, estaba siendo devaluado en la vida política en EE. UU. Trump estaba dividiendo el país en las dos realidades separadas evocadas antes, a las que les correspondían diferentes medios de comunicación e información. A pesar de que la realidad trumpiana era más reducida que la de los medios tradicionales, el hacer alusión al discurso que lo negaba, representaba la eliminación de la separación entre verdad y mentira.
De acuerdo con Magyar, para las autocracias contemporáneas es fundamental dominar los medios y neutralizar sus derechos a través de leyes o instituciones de la democracia liberal, en general, dominar la esfera de comunicación. En EE. UU. ya existían problemas: confianza endeble en el periodismo, resistencia de los medios lucrativos a profundizar en política y una tradición política de contención y neutralidad. El empresario no se situaba en la tradición política, la nueva norma era mostrarse desequilibrado y desinformado. De manera que el clásico periodismo “neutral” norteamericano no permitía problematizar esta normalización, terminaba renunciando a su responsabilidad de contar la verdad y volviéndose cómplice de la sensación de ahistoricismo del presente del periodo trumpista y de su estrategia de neutralización del derecho del público a saber. Sucesivamente, esto abonaba a la sensación de realidad difusa. La era Trump era lo inimaginable, lo indecible que era real. El resultado fue una esfera de comunicación débil donde no hay realidad tangible.
Administraciones anteriores habían reconocido que los medios eran esenciales como puente entre el pueblo y el gobierno. Había una impresión de rendición de cuentas también, la cual fue eliminada en el periodo presidencial de Trump. Una de las maneras en que mostró su intención de dominar los medio fue con la postura de que eran el enemigo. Así, los periodistas tenían motivaciones contradictoras: ser los representantes del público, o proteger el status quo para tener un acceso controlado pero regular y ejercer su profesión con neutralidad y contención.

De acuerdo con el texto, la relación entre periodista y presidente debe ser explícitamente antagónica, y la del periodista y los lectores de cooperación visible; el tono que adoptaban los medios norteamericanos los alejaba del público y los acercaba al poder. En tres años la retórica oficial había tenido efectos en la percepción estadounidense despojándole de ideales, reduciéndolo a un país en guerra contra los migrantes. Si bien durante medio siglo los ideales en la retórica política se habían ido perdiendo, Trump dio un salto cualitativo y llenó el vacío con sus propósitos. A la política se le ha quitado la aspiración moral. En general, al perder la realidad compartida, la percepción histórica, y los sueños e ideales, se perdió la comunidad política.
Para Masha Gessen, la política estadounidense después de Trump se debe transformar y recuperar los ideales y la esperanza; cuanto más dure el trumpismo, más difícil será. También se tendrá que reconstruir el sentimiento de realidad compartida, los periodistas tendrán que revelar su postura y darle significado a la expectativa: “reconocer que los medios son un actor político”. Los liderazgos políticos deben darle vida al lenguaje de la política, compartir el entendimiento de que las palabras están cargadas de sentido y que tienen consecuencias. Finalmente, crear una esfera de comunicación en la que los receptores sean participes de un proyecto en común, fundamental de la democracia. Reinventar la política, la esfera de comunicación, el periodismo, la democracia estadounidense.
Por último, en la tercera parte del libro se menciona que los proyectos políticos requieren de un “nosotros” como comunidad a unir y proteger, incluso una tentativa autocrática, aunque sea de naturaleza primordialmente antipolítica. En consecuencia, el “nosotres” de la autocracia requiere de una definición restrictiva. En el caso de la era trumpista, requiere de una excluyente de quienes sean diferentes a su presidencia supremacista blanca, masculina, heterosexual, asediada y agresiva. En EE. UU., en donde existe el mito de ser un país de inmigrantes, Trump prometió revertir el progreso, cambiar la narrativa de la historia norteamericana en términos nacionalistas y nativistas. El grupo “inmigrantes” quedaba fuera del “nosotros” cerrado, en oposición mutua. En varias ocasiones el empresario atacó a los inmigrantes con diferentes medidas, aludiendo a la “protección de un estado nación”, cuando lo que hay es una diversidad cultural, étnica y lingüística.
En lo que respecta a las medidas impulsadas por el empresario, estas retaron a la sociedad civil estadounidense a resistir a la tentativa autocrática, no obstante, el sistema no estaba diseñado para lidiar con un presidente que rechazaba la negociación y los limites al poder. El trumpismo logró pasar por encima y cambiar la retórica sobre migración. Y, aunque es cierto que la política de inmigración de esta nación históricamente ha tratado de conciliar las exigencias de la ambición moral de la narrativa de ser “un país de inmigrantes” con el miedo al otro que se expresa en la práctica con políticas racistas de inmigración, esta hipocresía, a pesar de ser indignante, reiteraba valores a los que aspirar. El poder autocrático requiere la degradación de la aspiración moral, Trump intuyó que la aspiración moral era un peligro para su gobierno, así contribuyó a una desvalorización que ya se venía presentando.

De acuerdo con Gessen, la esencia de la presidencia trumpiana es: “poder brutal y sin controles, desprecio por las reglas, leyes y normas, y un deseo desenfrenado de actuar por odio”. En los últimos años, las naciones que se han vuelto menos democráticas han luchado contra los derechos LGBT, ya que este colectivo es símbolo de lo nuevo e inquietante del futuro, lo cual puede producir miedo. Trump no es la excepción. El empresario de derecha fue elegido por su promesa de devolver, en parte, un pasado de grandeza que nunca existió, y, por otro lado, un pasado real en el que el racismo, el clasismo, la xenofobia, la misoginia y la discriminación a la diversidad sexual eran actitudes eran generalizadas. Además, su contracción del “nosotros” incitó a vigilar las fronteras del “nosotros” norteamericano y a deshumanizar al otre por medio de su demonización, y condujo al aumento de la violencia contra las personas excluidas, violencia delegada por el presidente de EE. UU.
Según el texto, la pandemia y las circunstancias que implicó coincidieron con la manera en la que Trump quería gobernar, unilateralmente y sin limitación estricta del poder. Igualmente, se estimuló el miedo al otro, se incitó el cierre de fronteras y se concluyó la destrucción del sistema de bienestar estadunidense. En general se produjo una crisis política, social y económica. Precisamente, una economía dañada y un entorno de escasez, son otros aliados de la autocracia. Los líderes autocráticos pueden aprovecharse de ello y prometer estabilidad. En EE. UU. esto asentó las condiciones perfectas para la consolidación autocrática.
A pesar de todo ello, en el año 2020 aumentó la tasa de popularidad de Trump. Hoy es presidente nuevamente.

Arlet Palestina, politóloga.