Conversando a la izquierda con Cuauhtémoc Cárdenas

Por Revista Presente

Las izquierdas han quedado marginadas de nuestra conversación pública. Lo taquillero es hablar del supuesto carácter plebeyo del gobierno. El significado de la izquierda ha quedado reducido a “no perder las convicciones” y a “luchar contra la corrupción”, mientras que sus márgenes ideológicos no son claros. Vivimos en una suerte de fin de la historia, en el que el lopezobradorismo condensa todas las luchas y todas las posiciones de las izquierdas de ayer y hoy. Así, la ideología y la historia de otras izquierdas parecen complementarias, acaso anecdóticas.

A la luz de esta reflexión, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas se reúne una mañana con la Revista Presente para conversar sobre las izquierdas.  La oficina en donde nos recibe es amplia, vasta en libros, cuadros y diversas fotografías. Hay un espacio dedicado especialmente a la Historia, cuyos ejemplares están separados con trozos de hojas blancas marcadas con plumón negro para archivarlos por secciones. Y ahí, entre tantas letras, se distingue una fotografía suya en las islas de Ciudad Universitaria, junto a una multitud, con la Biblioteca Central de fondo.

Su escritorio luce desordenado, con libros y folios llenos de apuntes, síntoma de que a sus 88 años continúa trabajando. Al fondo, dos ilustraciones que lo muestran en algún mitin de su trayectoria política: líder de la corriente democrática, fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), primer jefe de gobierno electo de la Ciudad de México y tres veces candidato a la presidencia de la República.

“No hay una sola izquierda, hay muchas izquierdas”, afirma al iniciar nuestra conversación, dejando en claro que nadie puede monopolizar su representación. “Se pueden organizar en partidos políticos, formar parte de los movimientos sociales o elegir la vía armada para disputar el poder”, continúa. Lo que tienen en común es que “ponderan lo colectivo sobre lo individual, impulsan los derechos sociales”. Por eso, dice, no le gusta la geometría política y prefiere hablar de los contenidos que alguien –un partido o un grupo– debe tener para ser de izquierdas.

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Las sentencias del ingeniero Cárdenas nos llevan a preguntarle sobre el título de su última obra, Por una democracia progresista, pues muchos de los que estudiaron y protagonizaron la transición a la democracia, aun los que se reconocen como de izquierda democrática, prefieren hablar de una democracia sin adjetivos: la democracia se trata exclusivamente de una serie de mecanismos institucionales que limitan el ejercicio y el acceso al poder, y nada más. El ingeniero, quien sin duda fue protagonista fundamental en el proceso de transición, plantea lo contrario: hablar de los contenidos democráticos. 

Le preguntamos si su libro podría también titularse Por una democracia de izquierdas, y si ésta se contrapone a la democracia sin adjetivos. Su respuesta (en el tono de una época distinta a la del Twitter, Youtube y Tik-Tok, es decir, cuidando sus palabras y evitando la estridencia) apunta a que durante la transición era necesario destacar la importancia de los mecanismos democráticos, asunto indispensable durante la lucha contra el autoritarismo. Pero hoy, aunque es necesario seguir considerando estos elementos, no se puede soslayar que un país democrático es aquel en donde también “hay justicia social y en donde se combate la desigualdad”. Se necesita educación, seguridad, oportunidades. Si bien insiste en que no quiere caer en la geometría política, acepta que “informalmente, el libro podría llamarse así: Por una democracia de izquierdas”. 

Sobre si las izquierdas de la transición se equivocaron en ponderar la democracia sin adjetivos sobre la democracia de izquierdas, aclaró que no está de acuerdo con esta afirmación, pues “es muy difícil decir que se decidió luchar por la democracia y se dejó a un lado los contenidos”. Desde esta perspectiva, tiene la certeza de que “sin duda se consiguieron muchos avances democráticos que se tienen que seguir defendiendo hoy”. 

No obstante, pese a hacer un balance positivo del proceso de transición y del régimen subsecuente, no pasa por alto que también hubo errores. Sobre la elección de 2006 afirma: “esa elección debió anularse, pues se comprobó la intromisión del ejecutivo”. Mientras se lamenta que la intromisión de los gobiernos en las elecciones ha sido una constante antes, durante y después de la transición, llegando hasta nuestros días, su denuncia se extiende a otra continuidad: la desigualdad. “Desde entonces hasta hoy se ha dado un crecimiento imparable de la pobreza y un deterioro de los sistemas educativo, de salud y seguridad social”. 

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En su libro también hay una reivindicación explícita de la Revolución Mexicana, su programa y sus líderes, incluido desde luego el general Lázaro Cárdenas (presente durante nuestra conversación en dos pequeños bustos y en una imagen en miniatura en su escritorio). Muchas de las izquierdas que surgieron después de 1968 lo hicieron posicionándose frente al autoritarismo del régimen revolucionario. Algunas, sobre todo las más cercanas al régimen de la transición, lo siguen haciendo y señalan que el gobierno actual quiere regresar al autoritarismo de antes. El mismo ingeniero fue líder de un partido de izquierda que denunciaba el carácter autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Entonces, preguntamos: ¿por qué para pensar una democracia de izquierdas se debe recuperar a la Revolución?

“En ninguna época se han impulsado tantos derechos como durante la Revolución”, explicó. Sin dejar de señalar que el régimen revolucionario tuvo una deriva autoritaria, resaltó sus avances: se impulsaron la educación, la seguridad social, los derechos laborales y el reparto agrario. También se buscaba el desarrollo cultural, artístico y recreativo, dijo, poniendo como ejemplos los teatros, los centros culturales y los parques temáticos que nacieron bajo el cobijo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Asimismo, señaló que se encuentra convencido de que con el programa revolucionario se buscó “construir una nación y un pueblo democrático”, y aseguró que “la Revolución Mexicana es una revolución viva”. 

El gobierno actual reivindica la tercera transformación, adjudicándose a sí mismo el título de Cuarta Transformación: su heredera. El presidente evoca día con día el proceso revolucionario y reivindica las figuras de Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón y Lázaro Cárdenas. A la pregunta de si considera que este gobierno conserva algo de la Revolución, responde con un “No” categórico. “No hay una política seria en materia educativa, no hay una política agraria y tenemos además el problema de la inseguridad”. Por eso su insistencia en que para avanzar en la construcción de una democracia de izquierdas es indispensable que se recuperen los cimientos del programa de la Revolución. 

Ante la pregunta: “¿López Obrador es de izquierdas?”, el ingeniero frunce el ceño, pero sin perder la serenidad responde que no quiere caer en calificativos, aunque agrega que en este, como en otros gobiernos, de acuerdo con las cifras oficiales, ha aumentado la desigualdad, la pobreza y la inseguridad. 

En Por una democracia progresista, si bien no menciona a López Obrador, sostiene que en la actualidad prevalece el deterioro neoliberal. Implícitamente, engloba a su gobierno con otros que se han caracterizado por “el entreguismo y la destrucción para los mexicanos”. Cuando le preguntamos qué le depara en el futuro a la izquierda partidista —el futuro de las elecciones de 2024 para ser exactos—, esboza una sonrisa discreta y dispara: “¿pero cuál izquierda partidista? Si no la hay”. 

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Pasado el escollo de las elecciones de 2021, el presidente de la república inauguró la sucesión presidencial. Desde entonces, en la conversación pública se ha mantenido un debate sobre qué miembros de su gabinete, del senado o de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México merecen la candidatura a la presidencia.

En este contexto, y con el proceso electoral a menos de dos años de distancia, le preguntamos qué opina sobre la elección presidencial y si ve una posible ruptura dentro de la coalición gobernante rumbo a ella. “No creo que vaya a pasar eso, aunque no tengo una bola de cristal para predecir el futuro”, responde y añade que lo importante es discutir los grandes problemas del país, y que por eso es necesario impulsar un diálogo nacional. Preguntamos, “¿sería un diálogo sobre la unidad nacional?”, a lo que contesta: “No por la unidad nacional, por un piso mínimo, por un programa que sea alimentado y discutido por muchos actores: empresarios, sociedad civil y movimientos sociales”.

Lamentablemente, el diálogo no es algo que caracterice a nuestros tiempos. Tanto opositores como simpatizantes y miembros del gobierno viven enfrascados en la descalificación mutua, muchas veces sin discutir cosas de fondo. Además, las izquierdas prácticamente no forman parte de esa conversación. Inquirimos entonces sobre quién puede convocar este diálogo nacional. “No veo quien pueda hacerlo”, dice, pero enfatiza que de todas formas debe intentarse, y que si en algo todos pueden coincidir, es en que hay que ponernos de acuerdo cómo solucionar dos problemas apremiantes: “la desigualdad y la inseguridad. Por ahí debemos empezar”.

Después de una hora de preguntas y respuestas, terminamos nuestra entrevista tocando el tema de las nuevas generaciones que quieren militar en las izquierdas e influir en las soluciones de los problemas apremiantes que él mismo ha señalado. El ingeniero Cárdenas destaca como fundamental no perder el ánimo, seguir participando en las comunidades, en los movimientos sociales, en los partidos políticos, pero señala en especial: “no se callen ante las injusticias. Eso es central para las izquierdas”.

Antes de salir, libreta cerrada en mano, nos detenemos un momento para observar por última vez el espacio en el que hemos compartido palabras e ideas con una persona que es historia viva y preocupación presente por el futuro del país. En el escritorio, junto a una orquídea, destaca una banderita tricolor. La salida, como corresponde, es hacia la izquierda.

Foto: Lucía Flores

 

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