Emmanuel Carrère: el ansia de [no] morir.

Ricardo Arredondo Yucupicio.

Emmanuel Carrère ha dedicado gran parte de su obra a la autoexploración. La característica de la modernidad es la desnudez, y Carrère la ha perfeccionado en la literatura. No fue así desde un inicio. Sus primeras obras, pequeñas novelas publicadas en Francia, como El bigote (Le moustache, 1986) o Bravura (Bravoure, 1984), no pueden pensarse como autobiográficas. Su ensayo El estrecho de Bering (Le Détroit de Behring, 1986), donde explora los estudios sobre las ucronías, no llegaba aún a descubrir el leitmotiv de su escritura. Fue a partir de la publicación de El adversario (L’adversaire, 2000) cuando comienza el proceso de descubrimiento de sí mismo frente al mundo; el autor ahora es protagonista. Pero no nada más eso, pues Carrère apuesta a construirse literariamente explorando realidades de su vida que a más de uno le generarían repulsión.

Ya he dicho que desnudez no es la característica de la obra de Carrère desde su inicio, pero la tendencia a la [no] muerte sí lo es. La madurez de su obra conduce a ese lugar literario. Si bien los personajes de su obra temprana, aquella todavía alejada de la autoficción, ya luchaban con el fracaso, la pulsión suicida, la miseria y el abandono, sus novelas y reportajes prontamente tendieron a una realidad que nos es atractiva, y abominable a la vez, por su coqueteo con la muerte (en los más de los casos, autoinducida o buscada activamente).

D. R. Jean-Marie DAVID

Los protagonistas de El bigote o Bravura son hombres echados fuera del mundo, no tienen sitio. Sus Phillip K. Dick y Eduard Limónov, por otra parte, están insertos a tal grado en el mundo, que no pueden soportarlo y buscan la muerte, se lanzan contra ella. Emmanuel Carrère se refleja en ellos. Aun cuando en Yoga (2020) pide su muerte a gritos, lo hace sabiendo que no llegará.

El protagonista de El bigote desciende a la locura misma; las fronteras entre lo real y lo falso se difuminan hasta tal punto que todo aquello que mantenía unida su vida se desploma. Es la crónica de la desesperación que genera la incertidumbre. La narración esquizofrénica de Carrère nos lleva a preguntarnos sobre nuestra propia realidad, voltear a ver a nuestra pareja y preguntarnos si existe. Con un final abierto, el hombre del bigote no tiene otro posible final que la muerte, pues él, como Polidori en Bravura, su Phillip K. Dick o el primer Limónov, no tienen otro camino; son detritos sociales, deben ocupar las márgenes de la sociedad.

De otro calado fue el coqueteo con la muerte en El adversario. Aquí, casi literalmente, Carrère es atraído por el olor a descomposición. Jean-Claude Romand, el mitómano que se ha construido a sí mismo por años, se derrumba. Y en su caída de gracia arrastra consigo a su familia, a quienes asesina. Carrère hace lo que mejor sabe: perseguir la historia. En este caso, se cartea con el asesino, Romand, y explora el inexorable camino hacia la muerte. A diferencia de Capote, Carrère se muestra explícitamente, deja al descubierto su morbosidad literaria. ¿Ve algo de sí en Romand? El hombre que, asesinando a sus padres, esposa e hijos, no logra suicidarse, es de una personalidad magnética para el autor. De ahí que busque reconstruir la historia de una mentira.

Si en Una novela rusa (Un roman russe, 2007) se deja sentir la muerte a través de la experiencia de la guerra, en De vidas ajenas (D’autres vies que la mienne ,2009) es el propio autor el que tiene que lidiar de primera mano con ella. Vidas terminadas a destiempo, y el duelo de aquellos que quedan detrás, es lo que hace que Carrère piense en la muerte. El tsunami de Sri-Lanka en 2004, que arrastra a una niña; el cáncer, que acaba lentamente con su cuñada. Ambas experiencias convierten al libro en una esquela. Revalorizar la vida al experimentar la muerte de cerca: eso desata su capacidad literaria y lo dota de la experiencia suficiente para contarla. El libro bien pudo llamarse De muertes ajenas. Al final de cuentas, en Carrère, el muerto siempre es el otro.

Emmanuel Carrère, El Adversario, Barcelona: Anagrama, 2018.

El Reino (Le royaume, 2014)y Yoga lo popularizaron grandemente en el mundo hispano. De cariz distinto, ambas obras pueden leerse en clave suicida: el autor escapa a la muerte auto infligida a través del conocimiento ancestral. En un caso, San Juan Evangelista y el proceso de escritura de la Biblia; en el otro, la sabiduría oriental. Carrère encuentra en la religión un refugio; pero, como en todo, se lanza al vacío. La experiencia del psiquiátrico lo amarra, literalmente, al mundo.

Finalmente, vuelve a las muertes ajenas. En V13: Crónica judicial (2022) nos narra su experiencia como corresponsal en los juicios a los terroristas sobrevivientes de los atentados de 2015 en París. No es un improvisado. Además de su carrera como corresponsal para periódicos franceses e hispanos, Carrère ha dedicado parte de su experiencia de vida a los refugiados. Ya en Calais (2016) lo había expuesto: la crisis social, política y económica de los refugiados en la pequeña ciudad portuaria de Calais, donde migrantes buscaban pasar a través del Eurotúnel con destino a Inglaterra. O, en Yoga, los días que pasó como profesor en un campo de refugiados en Turquía. Además, su ciudad natal, París, ha sido un lugar de ebullición ante la crisis de refugiados europea.

Estas herramientas literarias e intelectuales capacitan a Carrère para seguir de cerca el juicio de los atentados en el Bataclan y el Stade de France en 2015. Sorprende su estoicismo, su capacidad de sostenerse en pie frente aquellos jóvenes que han acabado con la vida de más de cien personas. Especialmente porque, además, ese mismo año el ataque terrorista a Charlie Hebdo se llevó a algunos de sus amigos.
Su mirada, sin embargo, es empática. Y la muerte lo llama. Está presente en todo el proceso judicial. Su experiencia en Calais y en Turquía lo han hecho entender el fenómeno desde otra perspectiva. Occidente ha creado fábricas de terroristas en Oriente Próximo. El resentimiento con el que los niños y jóvenes desplazados han crecido los ha convertido en los principales reclutas de los grupos terroristas. Mientras la situación en sus países de origen no sea atendida, concluye Carrère, Europa seguirá con la amenaza latente de un nuevo atentado.

Emmanuel Carrère es un autor inagotable. Su obra, difundida recientemente en el mundo hispanoparlante, ha impactado sobremanera gracias a las ediciones de Anagrama. La reciente traducción de sus primeras obras, publicadas originalmente en francés, nos han permitido acceder a un Carrère distinto, pero en el cual podemos observar sus tendencias permanentes: el fracaso, la depresión, las relaciones amorosas, la locura, la muerte. Todos temas universales de la literatura y la historia humana que son condensados en el proceso de contar su vida y situación. Por estas razones, seguramente estemos ante un autor que trascenderá su tiempo.

D. R. ActuaLitté

Ricardo Arredondo Yucupicio. Los Mochis, Sinaloa (1997). Historiador. Ha publicado en la revista nexos. Colaborador de la Revista de la Universidad Autónoma de Sinaloa y de Revista Presente. Recientemente defendió su tesis de grado sobre el concepto de Revolución en México. Aficionado a la obra de Emmanuel Carrère.



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