Morena frente a sí: Una radiografía interna

Por Diego Alanís Aguilar

Después del arrollador triunfo del Presidente Andrés Manuel López Obrador en la elección de 2018, surgieron diversas dudas sobre la institucionalización, preservación, consolidación y existencia de Morena como partido político, debido a que, como bien se observa desde la literatura académica, y desde la militancia, se presentan algunos problemas: : 1) Morena se creó como una plataforma política y no como un partido político en forma, 2) el liderazgo carismático de López Obrador rebasa a las preferencias del partido y 3) hay una tendencia a la centralización, burocracia y rotación de élites a la que podemos llamar  perredización. A continuación desarrollo algunas consideraciones al respecto.

Un preámbulo

Antes de 2014 (año en el que el INE aprobó a Morena el registro como partido político), se dio un debate al interior de la asociación civil para determinar si debería prevalecer toda la corriente obradorista como un movimiento social o si debería de transitar hacia un partido político. Por un lado, hubo un bloque mayoritario que se impuso en una consulta interna y que expresó que Morena debería transitar a ser un partido político con el objetivo principal de llevar a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, aunque los argumentos carecieron de sustancia y se consideró poco la configuración de un partido de cuadros. Por otro lado, un bloque muy minoritario de la izquierda radical pugnó por mantenerse como movimiento social para evitar que la agenda se ensuciara de los vicios de los partidos políticos.

Al final, como se sabe, Morena transitó a ser un partido político con registro en un sistema de partidos aparentemente “pluralista”, pero aún con un piso disparejo para las minorías y los movimientos no hegemónicos. En este sistema de partidos, la izquierda mexicana en el siglo XX, hablando electoralmente, sólo había sido testimonial, puesto que, el Partido Comunista se encontró en la clandestinidad y cuándo en 1977 se le otorgó el registro oficial fue poco competitivo. Pero, otra suerte tuvo la confluencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que a principios del Siglo XXI tuvo su máximo punto de inflexión la tuvo en 2006 con el mejor porcentaje en una elección presidencial.

Si comparamos la fundación del Partido Comunista, del Partido Socialista Unificado de México, del Partido Socialista de los Trabajadores, del Partido Mexicano Socialista, encontraremos una tendencia a la formación de partidos políticos que configuraron una oposición real al statu quo pero no una en alternancia. Es decir, en su momento se presentaron como partidos políticos testimoniales, los cuales, nunca tuvieron posibilidad de ser partidos en el gobierno.

La plataforma política de Morena que se conformó pre-2018 se caracterizó por una conglomeración de grupos, asociaciones, corrientes de distintos tintes ideológicos que se  agruparon en torno a la figura de Andrés Manuel, pero también en torno a un proyecto alternativo de nación que emanó de una visión clara del país y de un diagnóstico territorial específico. Todo esto para impulsar una verdadera transformación.

La crisis después del triunfo

Sin embargo, a la luz del triunfo electoral de Morena en 2018, ya sin López Obrador en el partido, se dio una crisis que paralizó el funcionamiento del partido, y el Gobierno de México tuvo que buscar alternativas discursivas y de arraigo territorial para enfrentar con una base social las reacciones contrarrevolucionarias. Tal crisis, se asemejó a la que tuvo el   PRD en 2008, ya que, la gran incógnita fue hacia dónde tenía que girar el partido: si este debía ser un apéndice del gobierno, un espacio de agitación y radicalización de las agendas o sólo un partido electoral.

No es menor señalar que ante la inexperiencia de ser partido en el gobierno y ante la ausencia del liderazgo carismático que direccionó las tácticas y estrategias dentro del partido, hubo un tumulto entre corrientes no formalizadas para querer tomar el timón. En general, se conformaron por los menos dos grandes bloques: en primer lugar, los que se autorreferenciaban como fundadores del partido, con una visión clásica y sin entender que Morena ya no era la asociación civil, ni mucho menos el partido-movimiento, sino ya el partido en el gobierno, que debía concebir y  los intereses y las agendas de la izquierda; y los segundos, quizá, con una conducta mucho más pragmática que puede desdibujar la agenda de izquierda, pero mucho más operativa y funcional.

En 2021 el proceso de renovación de la dirigencia del partido en el gobierno demostró las fragilidades de un órgano político que no ha logrado institucionalizarse. Esto debido a que, al ser un partido basado en la personalidad de un líder carismático, la estabilidad de la institución se ha visto amenazada constantemente por las pugnas internas entre facciones, corrientes de pensamiento y expresiones políticas que han configurado disputas y desacuerdos ideológicos de hacia dónde tiene que girar el proyecto de Morena.

Con el tiempo, Morena se ha convertido en un partido “catch all” y se ha difuminado un poco el espectro ideológico en algunos actores políticos al interior del movimiento. Si bien el estatuto y la historia determinan que Morena es un partido de izquierda que busca distribuir la riqueza, eliminar las desigualdades y priorizar a los pobres, el pragmatismo ha hecho que Morena se deslice en una espiral de sumar todo con tal de generar mayores adeptos electorales, incluso, arriesgando y sacrificando el proyecto ideológico.

Esta disyuntiva no es nueva ni menor pues se trata también de tácticas para hacerse de un partido que posibilite gobernar ampliamente. Sin embargo, el riesgo de un partido atrapatodo, como lo estudió Kircheimer[1] es que busca una ambigüedad ideológica para captar mayores votantes, lo cual, puede amenazar agendas de la izquierda que no son específicamente populares. Asimismo, se devalúa el papel del militante por sobre los grupos de interés, lo cual, conlleva a que sólo puedan incidir en los órganos de decisión aquellos que muestren algún músculo político, arrastre territorial o corporativo.

Para nadie es un secreto que el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador precede a Morena como partido político, incluso, hay una serie de recursos estadísticos que muestran porcentajes de hasta el 70% de aprobación hacia el Presidente, pero que, no necesariamente se traducen a preferencia electoral por Morena. Sin duda, el capital político y simbólico de AMLO es lo que sigue atrayendo al electorado y no en sí los candidatos, candidatas y actores políticos que se presentan en las elecciones estatales y municipales.

Sin institucionalización, pero con la ley de hierro de la oligarquía

La preocupación surge cuando al interior del partido se cuestionan sobre la urgente necesidad de prescindir del liderazgo carismático de AMLO para lograr la institucionalización del partido y no en un sentido negativo, sino más bien para cumplir con los dos criterios que señala Panebianco[2]: el primero es el grado de autonomía de la organización respecto del ambiente y su grado de interdependencia de diferentes sectores de la organización, por lo que, entre menos dependa un partido de factores externos e internos mayor probabilidad de permanencia y estabilidad puede tener.

Para Panebianco, la institucionalización del partido político es la forma en la que la organización se solidifica y pierde su carácter de herramienta humana: se vuelve valiosa por y de sí misma, y su meta se vuelve inseparable e indiferenciable. Lo que resulta un área de oportunidad para Morena si se piensa en un proyecto que por lo menos dure 30 años, porque, de lo contrario, se corre el riesgo de presentar una debilidad electoral, operativa, de funcionalidad interior y de capacidad de mutación ante escenarios complejos.[3]

Ahora bien, hay otra afirmación que no puede ser refutable por la militancia de base de Morena: el partido ha transitado a una centralización burocrática y de rotación de élites políticas, que incluso, algunos se ha llamado perredización. Esto se vincula con  lo que Michels[4] expresó en su libro sobre la ley del hierro de la oligarquía y los partidos políticos, donde expone que la democracia al interior de las organizaciones políticas conduce a la oligarquía y necesariamente tiene un núcleo oligárquico.

Es decir, si hacemos una radiografía a Morena observaremos que hay una gran deuda con la democracia interna, debido a que, en sus ocho años de existencia como partido político, sólo una vez ha renovado los órganos de ejecución, de dirección y de sanción. Por lo que, la burocracia partidista tiene por lo menos siete años en las secretarías y consejerías, aún cuando por estatuto se determina renovar los órganos cada tres años. Si bien, es cierto que la pandemia de Covid-19 complejizó el proceso de renovación, también es cierto que hubo una suerte de falta de voluntad política para llevar el proceso de renovación de forma ordenada.

El proceso de renovación partidaria de Morena en 2021 (mandatado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE)) fue el primer precedente en México en donde se decide por medio de una encuesta a la Presidencia y a la Secretaría General de un partido político. Todo ello se dio en el contexto de una crisis institucional donde las corrientes no formalizadas judicializaron el proceso y resultó en una determinación que contravino el estatuto y la libre autodeterminación de los partidos políticos.

Sin embargo, la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no contempló la renovación de toda la estructura burocrática de Morena, es decir, no se renovaron su Comité Ejecutivo Nacional (en su totalidad), los Comités Ejecutivos Estatales y Municipales, ni mucho menos, los Consejos y Congresos de las entidades federativas; lo que acentuó la oligarquización en la  denominación de delegados en funciones de las distintas carteras asignados por el Comité Ejecutivo Nacional, lo cual, impedía una plena participación de la militancia en esos espacios.

El futuro

Ahora bien, en los próximos días se llevará a cabo el proceso de renovación de toda la estructura burocrática del partido a través de la apertura del padrón electoral, en donde cualquier mexicano o mexicana puede participar como propuesta a consejero estatal. Sin embargo, el problema no es la apertura del padrón, sino las prácticas y conductas antidemocráticas que acontecen en los partidos de masas: corporativismo, acarreo, compra de voluntades y coacción del voto. Lo cual, implicaría una disyuntiva, porque, por un lado, la burocracia partidista que ha alargado su mandato se desplazaría, pero, por otra, hay un grave riesgo de que quienes tengan las condiciones de movilización al quedar electos desplacen el contenido del proyecto.

Si bien no se hace futurismo con Morena, hay elementos claves para pensar en su desarrollo, estabilidad, institucionalización y preservación como partido político. En primer lugar se debe reflexionar si Morena debe ser únicamente de masas o un partido de cuadros que logre transformar conductas y que cuente con actores políticos que puedan configurarse como militantes, pero también que cuenten con las herramientas y habilidades para formar parte del gobierno y de la administración pública, o de los espacios legislativos. En segundo lugar, debe haber un consenso interno sobre la agenda política de Morena. Al ser un partido tan abierto y plural es evidente que hay distintas concepciones del contenido discursivo y programático, por lo que, es fundamental que exista un debate interno para establecer los parámetros mínimos de coincidencia. En tercer lugar, se necesita reactivar fuertemente a la militancia a través de los comités seccionales con la intención de contemplar una base social que radicalice las agendas, presione contra los grupos fácticos que se oponen al gobierno, pero sobre todo, sea testigo y crítico de los gobiernos emanados de Morena.

 

Bibliografía

Krouwel, André «Otto Kirchheimer and the Catch–all Party«, West European Politics, Reino Unido, 2003.

Randall, V. y Svåsand L,  Party Institutionalization in the New Democracies, 1999.

Michels, Robert, “Los partidos políticos: Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”, Amorroutu editores, Buenos Aires, 1979

Semblanza

El autor, Diego Alanís Aguilar, estudió Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM y Diplomante en Políticas de Juventud por el SIJ-UNAM. Fue miembro del Consejo Joven de la CDMX y del Consejo del IMJUVE. Candidato a Diputado Federal Plurinominal en 2021. Fundador Coordinador Distrital de Morena en el Estado de México y Jalisco.

5519293922

[email protected]

[1] Krouwel, André, 2003, «Otto Kirchheimer and the Catch–all Party», West European Politics, 26(2), Reino Unido.

[2]  Randall, V. y Svåsand L. Party Institutionalization in the New Democracies, 1999

[3] Ibidem.

[4] Michels, Robert, “Los partidos políticos: Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”, Amorroutu editores, Buenos Aires, 1979.

Más artículos
#Fotogalería: El orden del ruido