El liberalismo y su Jeremías Springfield: Mario Vargas Llosa

Georg Simmel es un autor fascinante y polifacético. Lo mismo dedicó libros al dinero como medio de intercambio y de significado, que al conflicto o a la manera en cómo se constituyen y reproducen los grupos sociales. Sobre esto último, el autor explica que un grupo social tiene una existencia independiente a los individuos que lo compone, a quienes trasciende en el tiempo[1]. En buena medida, por lo tanto, un grupo social depende menos de las vidas efímeras de sus integrantes que de las prácticas que le otorgan cohesión .La idea nos permite también saber que las sociedades contemporáneas se caracterizan por la pluralidad de grupos, que formamos parte de varios de manera simultánea y que, por ende, también hay maneras de diferenciarlos: basta advertir sus discursos, ideas, prácticas y en general formas culturales, jurídicas si las hay -en algunos casos también religiosas-, significados y maneras de reproducirlos.

En el capítulo Lisa la iconoclasta, Springfield, el pueblo donde viven The Simpson, se prepara para la celebración por los doscientos años de su fundación. La festividad incluye ceremonias cívicas que recrean personajes de la época. Aunque, en realidad, se trata más bien de una fiesta que exalta la figura del fundador del pueblo, Jeremías Springfield. Ser springfieldeano supone asumirse como heredero de los valores atribuidos al héroe local, que funda la tradición, incluso con frases emblemáticas, para definir a los habitantes del pueblo y diferenciarlos de otros.

Sin embargo, la suspicacia de Lisa la lleva a descubrir la confesión del personaje, que revela la tergiversación que hizo de la historia. Menos que un héroe virtuoso, se trató de un bandolero que intentó matar a George Washington. El pueblo, por tanto, está fundado en mentiras y manipulaciones históricas; que, sin embargo, tienen un valor social más allá de la verdad histórica.

Por lo general, aprendemos en el episodio, las historias de los grandes nombres tienen grietas, aunque no todas estén dispuestas a verlas. Pero también, las grandes figuras suelen ser otro elemento para cohesionar o diferenciar grupos sociales, ya que suelen suscitar disputas simbólicas entre éstos.  Jeffrey Alexander[2] de la mano de Emile Durkheim, la disputa simbólica entre grupos encontrará dos posiciones divergentes: por un lado, estarán quienes procuren mantener la pureza de la figura y quienes, por otro, la valoren desde el código contrario, para representarlo como portador de antivalores o algún elemento contaminante.

Liberal value : 2 more cigarettes for your 6d. … ‘Plus Two’ cigarettes, 12 for 6d. Source: Wellcome Collection.

Volviendo al episodio de Los Simpson, cuando Lisa comunica a sus papás los hallazgos del supuesto héroe local, Marge, su madre, responde irritada. Desafiar la figura del héroe compromete la existencia misma del grupo. Lisa lo entiende al final, cuando detiene la ceremonia sólo para reivindicar a Jeremías Springfield. Acompañada de un historiador primero reacio a reconocer la verdadera historia y después resignado, que le pregunta por qué prefirió conservar el mito, responde: “porque el mito de Jeremías tiene valor, promueve los mejores sentimientos del pueblo”.

Las disputas simbólicas (o de sentido) no se basan en mentiras propiamente, sino en la manera en que desde los grupos sociales es valorado un determinado suceso o figura —aunque no se limita a estos— y las interpretaciones sobre su quehacer, que permiten movilizar el sentido en favor o en contra.

La muerte de Mario Vargas Llosa permitió de manera casi pedagógica advertir la disputa de sentido entre grupos. Y la literatura, o debo decir, su literatura, no necesariamente escapó de la contienda. Su quehacer político-literario, además de reivindicar valores y señalar a sus contrarios, le permitió, semejante a Jeremías Springfield, escribir su propia historia y convertirse en una figura de cohesión para todo el grupo del que formó parte: el liberalismo conservador, valga el oxímoron.

Mario el escribidor pudo haber sido un extraordinario literato, y muy seguramente al menos tres de sus grandes novelas serían lectura obligatoria de un curso de literatura latinoamericana, pero —y es en realidad lo que me interesa discutir— fue un liberal del statu quo. La periodista peruana Laura Arrollo señaló todas las reivindicaciones de Vargas Llosa: su manera de legitimar golpes de Estado o disculpar a sus perpetradores, su racismo y en general, todas las ideas que caracterizan a su grupo[3].

El liberalismo como ideología, doctrina o filosofía política no es una sola cosa ni tiene una trayectoria lineal. En distintos momentos y lugares, señala Fernando Escalante[4], ha significado cosas diversas. En algún momento, los liberales, hombres, blancos y propietarios, argumentaron por qué ni las mujeres, mucho menos los afrodescendientes esclavos -pero tampoco los indígenas- eran merecedores de la categoría de ciudadanos.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, también apela al pasado libertario donde la discriminación no suponía ningún escarnio social, el machismo era la norma y el género sólo conocía dos opciones. Es el mismo liberalismo que reivindica Georgia Meloni cuando defiende a la familia tradicional y ataca la ideología de género.

Ni uno ni otro difieren gran cosa del conservadurismo liberal de Vargas Llosa. Esta elaboración de la libertad suele procurar la conservación de ciertas tradiciones más bien masculinas o masculinizantes. Así, el lenguaje es mostrado como una estructura rígida con reglas que deben seguirse como fórmulas matemáticas. Los palestinos suelen representarse como sujetos carentes de dignidad, terroristas incivilizados, a diferencia de los israelíes, que simbolizan a toda la civilización occidental. Las corridas de toros son vistas como un espectáculo artístico cuyo disfrute bien vale la pena martirizar a un animal.

Vargas Llosa no fundó al liberalismo conservador, pero logró articular buena parte de sus ideas y darle un respaldo intelectual. Contó la historia del grupo a su manera. Sin falsificarla, gracias a sus habilidades y prestigio literario pudo elaborar los argumentos para diferenciarse el wokismo y sus características, sean, por ejemplo, deconstrucción, decolonialismo o diversidad, todos ellos contaminantes del liberalismo que defendió y promovió el autor peruano. Por su parte, para los liberales conservadores la figura de Vargas Llosa es intocable. Su literatura purifica sus ideas, y al grupo mismo, por supuesto.

Y, como Jeremías Springfield, su figura tiene valor: permite conocer qué defienden los liberales conservadores.

Gladstone and three other politicians involved in Irish politics as Christmas drinking companions. Colour lithograph by Tom Merry, 24 December 1887. Source: Wellcome Collection.

[1] Simmel, G. (2020) La autoconservación de los grupos sociales, Sequitur, Madrid, España.

[2] Alexander, J. (2019) Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas, Flacso- México, Siglo XXI Editores, México.

[3] Véase: Laura Arrollo sobre Mario Vargas Llosa (2025), Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=Wix-0FTKyZY.

[4] Escalante, F (2019) ¿Liberalismo? ¿Qué es eso? Nexos, consultado en: https://www.nexos.com.mx/?p=40647, el 19 de abril de 2025.

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