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Virtud y fortuna: André Jardine, ‘Maquiavelo’ del América

Por César Martínez

Quien llega al poder sin tener

la fuerza para conservarlo

está condenado a la ruina

Nicolás Maquiavelo

La maestría para manejar los egos de futbolistas demostrada por el brasileño André Jardine en su exitoso paso por el banquillo del Club América ya es menos un fenómeno futbolístico y más un fenómeno de poder, considerando que estamos ante alguien que claramente domina el arte de gobernar personas. Decía un clásico entrenador mexicano, Enrique ‘Ojitos’ Meza: “mis jugadores deben creerme, deben quererme, pero sobre todo deben temerme.

Habiendo logrado un bicampeonato de Liga MX en apenas 12 meses desde su arribo a Coapa, ahora Jardine tiene a la escuadra azulcrema en el umbral de un histórico tricampeonato tras un tercer torneo plagado de bajas por lesión de jugadores titulares, de la imposibilidad de jugar en el Estadio Azteca por remodelación previa al mundial 2026 y por fichajes hechos con el torneo ya comenzado.

Sin embargo, la sensación arrojada por la épica victoria ante un aguerrido Cruz Azul en semifinales evidenció que el América de Jardine es una plantilla conformada por más de 20 jugadores que pueden alternar la titularidad con el banquillo por la vía de la competencia interna: 

Futbolistas ‘de reparto’ o de plano ‘borrados’ como el guaraní Richard Sánchez, el charrúa Rodrigo ‘Búfalo’ Aguirre o los ex Chivas de Guadalajara Alan Cervantes y Cristian ‘Chicote’ Calderón conforman el Estado mayor y guardia pretoriana de un Jardine, quien acaso no es un gran ajedrecista táctico, pero sí un agudo observador de aquello que los filósofos existencialistas llaman la condición humana. El cómo actúa la gente ya sea en lo próspero o en lo adverso.

“De lo poco que poseo, lo que más estimo es mi conocimiento de las acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y a un incesante estudio de las antiguas”, escribía Nicolás Maquiavelo en el prefacio de El Príncipe, entregando así al gobernante de Florencia, Lorenzo de Médici, un tratado que casi 500 años después sigue vigente en el arte de conseguir el poder, mantenerlo y acrecentarlo.

Para analizar a este fascinante personaje llamado André Jardine desde la perspectiva de Maquiavelo, primeramente debemos desechar el maquiavelismo vulgar que dice que “el fin justifica los medios” o que se vale ganar haiga sido como haiga sido. En definitiva, si algo nos da la lectura minuciosa de El Príncipe es que la fuerza, el poder, la autoridad y la política son mezcla de virtud y fortuna: que si bien los factores externos o coyunturales juegan su parte, el príncipe cuya meta es darle longevidad a su principado tiene el imperativo ético de priorizar la fuerza y el talento propios por sobre el favor ajeno.

El símil entre la gestión de Jardine en el América y el concepto maquiavélico de virtud y fortuna surge de examinar cualquier sociedad (llámese en deporte un equipo de fútbol, o en política un Estado o un régimen) como un fenómeno que no se explica solo por la fuerza del dinero o la fuerza de las armas: para Maquiavelo, la defensa/expansión de un Estado pasa por crear un ejército formado de “tropas de hijos del Pueblo”, pues los mercenarios son “ambiciosos, volubles e indisciplinados.”

Así, en un mundo del fútbol cuyo signo terrible es el del “fichaje bomba” hecho a golpe de billetazos, (es decir, la búsqueda del éxito a través de la fuerza ajena, material o económica) la virtud del míster Jardine fue haber tomado un club lastrado por sus propias presiones y exigencias y usar el “conocimiento de las acciones de los hombres” para conformar, no un equipo de 11 titulares más dos o tres recambios de lujo, sino una auténtica sociedad política de 20, 25 o hasta más de 30 personas comprometidas con el objetivo grupal.

En la victoria, desde luego, todos son amigos y todos se llevan bien. No obstante, la lectura de El Príncipe evidencia que no todas las personas se mueven por los motivos del honor, el sacrificio, la gloria y el heroísmo y muchas en cambio lo hacen por miedo, envidia, avaricia y rencor: sí, en efecto ‘Ojitos’ Meza acierta en cuanto a que la función inmediata e impostergable de un entrenador es la de hacerse temer.

Por eso, distinguiendo entre el “pueblo cuya meta honesta es no ser oprimido” y las clases privilegiadas compuestas por “nobles cuyo objeto es oprimir”, Maquiavelo recomendaba al príncipe favorecer al primero y conservar la guardia alta frente a los segundos. “Si los nobles son pusilánimes y piensan más en sus intereses que en ti, conviene que los tengas por enemigos declarados.”

Así, solo al interior del vestidor americanista se conoce cuán tensa y ríspida es la cotidianeidad, lo cual también es virtud de la cabeza del grupo. El fructífero andar de Jardine en una institución como el América, rodeada de intereses, intrigas, odios, amores, simulaciones, prensa amiga y prensa enemiga y negocios multimillonarios, efectivamente ha sido menos un fenómeno deportivo que toda una lección práctica de ciencia política y gobierno.

Para un fútbol como el mexicano, cada vez más susceptible de discursos tácticos sin contenido fabricados en las redes, el míster brasileño llegó a demostrar que Maquiavelo tenía razón: lo más importante en cualquier parte es el poder. Y el poder se conoce observando con agudeza las acciones de los hombres: política es virtud y es fortuna.

*Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

César Martínez (@cesarkickoff)*

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