La Revolución Permanente: Trotsky ante el siglo XXI

Por Mauro Espínola

La teoría de la revolución permanente fue desarrolla por Trotsky para explicar las tareas de la revolución en Rusia, primero contra la concepción menchevique de la teoría de las dos etapas de la revolución (democrático-burguesa y socialista), y después contra la concepción estalinista del socialismo en un solo país.[1] De ese modo, Trotsky demostró cómo la burguesía en los países cuya industrialización fue tardía no podían jugar ningún papel revolucionario. Esto significa que las tareas democráticas, por ejemplo, la distribución de la tierra para los campesinos o la solución de la cuestión nacional, solo podían ser resueltas con la lucha revolucionaria encabezada por la clase trabajadora.

En América Latina, con el atraso capitalista, los grandes terratenientes y la dominación imperialista, esta concepción es fundamental para conectar las demandas democráticas de los campesinos e indígenas con la lucha de la clase trabajadora contra cualquier ilusión sobre la supuesta “burguesía” progresista. Las derrotas de las revoluciones en la historia de América Latina, pero también las limitaciones y derrotas de hoy en día, se pueden explicar a la luz de la teoría de la revolución permanente. Incluso, la teoría de la revolución permanente nos permite comprender las contradicciones políticas de los países avanzados. Por ejemplo, por qué Inglaterra, pese a ser la primera potencia capitalista y epitome de la revolución industrial no pudo deshacerse de su monarquía, la cual subsiste hasta nuestros días. O bien, cómo Estados Unidos, pese a la propaganda política, mantiene un sistema electoral profundamente antidemocrático al basarse no en el voto universal de los ciudadanos sino en los colegios electorales, muy similar al voto censitario  (basado en la propiedad), que restringe el sufragio a una parte de la población.

¿Qué es la teoría de la revolución permanente?

La revolución permanente  es una teoría desarrollada por Trotsky a partir de 1905 para señalar el carácter continuo, de ahí el nombre de permanente , de la revolución en Rusia, como única forma efectiva de lograr las conquistas democráticas en los países llamados atrasados, o subdesarrollados. Es decir, la revolución permanente plantea la necesidad de vincular las demandas democráticas y campesinas, llamadas tareas democrático-burguesas , de reparto agrario para conquistar la verdadera liberación de las masas oprimidas bajo el programa socialista y la dirección de la clase trabajadora organizada a partir de él.

Lo anterior se explica por el contexto de Rusia a principios del siglo XX, cuya composición demográfica era fundamentalmente agraria, al vivir aproximadamente un 80% de la población en el campo. Esta situación no fue exclusiva de Rusia a principios del siglo anterior, sino de buena parte de los países llamados atrasados o periféricos que, hasta aproximadamente los años sesenta, mantenían una composición demográfica fundamentalmente agraria. Reconociendo esta cuestión, y oponiéndose  a la concepción del marxismo de la II Internacional o socialdemocracia, que planteaba que solo los países avanzados como Inglaterra o Alemania podían plantearse la lucha por el socialismo, Trotsky planteó que el problema agrario, y con él el problema nacional, asignan a los campesinos, que constituyen la mayoría aplastante de la población de los países atrasados, un puesto excepcional en la revolución democrática. Sin la alianza del proletariado con los campesinos, los fines de la revolución democrática no sólo no pueden realizarse, sino que ni siquiera cabe plantearlos seriamente. Sin embargo, la alianza de estas dos clases no es factible más que luchando irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía liberal-nacional.[2]

Esto nos ayuda a entender, de manera opuesta, la compleja situación de los países subdesarrollados que han vivido procesos revolucionarios recientes, como los de la Primavera Árabe. Egipto, Túnez o Siria, vivieron procesos revolucionarios entre 2010 y 2012 en los que millones de personas se movilizaron contra los gobiernos nacionales, algunos de ellos con décadas en el poder, como el de Hosni Mubarak, con treinta años en el poder en Egipto, o el de Muamar Gadafi, con cuarenta y dos años en el poder en Libia. Pese a la revolución que representó la Primavera Árabe, la ausencia de organizaciones revolucionarias que pudieran disputarle la influencia tanto a la burguesía liberal como a los Hermanos Musulmanes, explica el triunfo de estos últimos y la recomposición de los regímenes antidemocráticos en el Magreb.

De ello se desprende, para la teoría de la revolución permanente, otro elemento sustancial que es el carácter internacional de la revolución socialista. Al respecto, Trotsky señala en las Tesis de la revolución permanente  que:

El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta. [3]

En ese sentido la caída de la Unión Soviética, o bien la terrible situación a la que se enfrenta la población en Cuba, Venezuela o Nicaragua, no se explicaría desde el marxismo por “las fallas de esa ideología”, pues, como dice Trotsky, “el triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país”, sino fundamentalmente por la limitación de las revoluciones en sus marcos nacionales. Por supuesto, eso no cancela el papel de, por ejemplo, el imperialismo norteamericano, pero plantea la necesidad de extender o ampliar estos procesos para defenderlos. Podría discutirse incluso la crítica de Trotsky a la “utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa” , pues se podría identificar este concepto —los Estados Unidos de Europa— con la actual Unión Europea . Pero bastaría plantear el Brexit, o sea, la salida del Reino Unido de la UE, o el peso del Deutsche Bank dentro de la economía europea para repensar la vigencia de la observación del revolucionario ruso.

De lo anterior se desprende también el que, para la teoría de la revolución permanente, desaparece la diferencia establecida por la socialdemocracia alemana a principios del siglo XX sobre la supuesta madurez de los países avanzados o atrasados para el socialismo. Insistiendo, de nueva cuenta, en el carácter internacional de esta transformación. En palabras de Trotsky

El esquema de desarrollo de la revolución mundial, tal como queda trazado, elimina el problema de la distinción entre países «maduros» y «no maduros» para el socialismo, en el sentido de la clasificación muerta y pedante que establece el actual programa de la Internacional Comunista. El capitalismo, al crear un mercado mundial, una división mundial del trabajo y fuerzas productivas mundiales se encarga por sí solo de preparar la economía mundial en su conjunto para la transformación socialista”.[4]

¿En qué es vigente la revolución permanente?

Por supuesto el mundo del siglo XXI es, de manera significativa, distinto al de principios del siglo XX. Sería una necedad negarlo, y, sin embargo, pese a esas diferencias, subsisten elementos que permiten considerar la vigencia de ideas desarrolladas durante el  siglo pasado como las de Trotsky y otros  pensadores. Uno de los cambios más significativos en el capitalismo a nivel mundial es, primero, la transformación demográfica a nivel internacional que ha implicado la urbanización de la mayor parte de las regiones y la reducción del peso demográfico del ámbito rural y agrario. Salvo contadas excepciones, el mundo contemporáneo es fundamentalmente urbano y las zonas anteriormente poco desarrolladas como la India, China o el sureste Asiático, en las que predominaba el campo sobre la ciudad, han experimentado procesos de urbanización e industrialización desde mediados de los años setenta y ochenta que hoy los sitúan como las fábricas del mundo.

Pero más allá de esa obviedad, la pregunta sobre la vigencia de la revolución permanente nos permite reconocer, por ejemplo, la vigencia del horizonte socialista, y, en ese sentido, no solo es de utilidad para interpretar el pasado sino el presente. Dicho de otro modo, la idea de transformación social plantea primero un necesario balance histórico de los cambios ocurridos en el último siglo, y, en ese sentido, las causas de sus limitaciones y conquistas, para, a partir de esto, trazar una proyección al futuro en el que se vuelve presente la idea de la revolución permanente como un continuo dentro de las tareas de transformación social.

Si bien es cierto que, en general, a nivel mundial el campesinado ha sufrido una transformación más que una reducción de su peso específico en la sociedad y un incremento del peso de los trabajadores agrícolas y urbanos, los procesos  de transformación social inacabados en diferentes países e incluso la ofensiva neoliberal en los años ochenta nos plantean la urgencia de un cambio. Por otra parte, la exacerbación del discurso de la derecha en el mundo, y el resurgimiento de organizaciones fascistoides  como el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, Salvini y su Liga del Norte o bien el recién derrotado Donald Trump, plantean también interrogantes sobre la actualidad y potencia de estas ideas.

 

«Rivera, Man Controller of the Universe, detail with Trotsky, Engels, and Marx» by profzucker is licensed under CC BY-NC-SA 2.0

 

[1] Véase Leon Trotsky, Tres concepciones de la revolución rusa, 1939. Versión digital disponible en: https://www.fundacionfedericoengels.net/index.php/53-colecciones/marxismo-hoy/marxismo-hoy-n-20/335-tres-concepciones-de-la-revolucion-rusa.

[2] Leon Trotsky. ¿Qué es la revolución permanente? Tesis fundamentales, en su libro: La revolución permanente, Fundación Federico Engels, Madrid, 2001, p. 147.

[3] Ibidem., p. 149.

[4] Ídem.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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