Tres microrrelatos

Por Alejandra R. Montelongo

Jarifa

Cuerpos en mar de lava, labios que se unen, besos de amores ya idos. Ataúd. Vino. Ella. Una mano. Una frente. Un par de ojos que divagan entre imágenes nacaradas y aquellos otros ojos fijos en él. Virtud, pureza, verdad, cariño, amor, gloria; desfilan las mujeres portando falsos imposibles. Pero él no las mira, sólo tiene ojos para Jarifa. Ella, a su lado, contempla el paso de las voluptuosas sombras. Jarifa no llora, no habla, sólo mira el mundo embriagarse, pasea la mirada del hueco en su pecho al espacio vacío que ayer aún ocupaba entre las mujeres. Él la mira, sabe que tiene desgarrado el corazón, es el único que lo sabe y el único que aún puede mirarla. Siente en sus manos el peso de un arma ya inexistente. Se arrepiente. Hoy todas bailan en el burdel, menos Jarifa.

Kali

Kali mira la sangre avanzar por el suelo, mana de ese cuerpo que llamó “padre”. Sonido de sirenas. Tonos rojos y azules danzan en su piel de noche. Kali se aferra al cuchillo, tiene sus ojos fijos en aquellos sin vida. Los uniformados entran a la casa. Ven la escena: chica afromexicana asesina a su padre. La esposan sin que ella ponga resistencia. Se deja conducir hasta la patrulla, sólo se detiene para mirar atrás un segundo y buscar entre las ventanas la silueta de una niña de cinco años. Ahí está, no se arrepiente de nada. Entra a la patrulla, nadie volverá a tocar a su hija-hermana.

 

 

Cautiverio

Sumido en líquida celda crea y descrea universos. Llama a la luz, la oscuridad, el silencio. A todo un nombre le pone y cuando ha olvidado el epíteto otorgado, uno nuevo inventa. Así, tras crear los objetos, crea también los idiomas. Les da vida y luego los deja perecer en el tiempo, ese líquido que es su morada. Ignora qué ingenio detrás de los límites a él lo ha nombrado; o qué delito es la causa de su cautiverio. Un día se abre la celda. Un túnel surge: camino o deceso al infinito. El líquido se extingue. Su ser siente ahogarse. Proximidad a la nada y luego, aquel grito. Su grito. Frío, dolor, ceguedad. Movimientos blancos y voces diluidas. Alguien o algo lo toma y alza al vacío. Dos palabras. Incomprensibles, condenantes: “Es niña”.

¿Es esto la muerte?

«Lava Lamp Progression» by de3euk‮‬ is licensed under CC BY-NC-ND 2.0
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