El nado sincronizado contra Javier Aguirre: política y fútbol

Por César Martínez

En un giro extraño de acontecimientos, Javier el ‘Vasco’ Aguirre, entrenador de la Selección Mexicana de Futbol, fue puesto en el banquillo de los acusados por periodistas como David Faitelson, Álvaro Delgado y el exjugador méxico-americano Hérculez Gómez. ¿La razón? No pronunciarse sobre la situación política de la comunidad migrante de México a raíz de las redadas y protestas en Los Ángeles, California.

El común denominador entre comentaristas de Televisa, ESPN y, en el caso de Delgado, una persona cercana a la cúpula del Partido Morena con espacios en Canal Once, es exigirle a alguien proveniente del ámbito deportivo declaraciones que, en realidad, competen a autoridades públicas. Estamos, en otras palabras, ante el clásico debate sobre cuándo le conviene y cuándo no a la prensa deportiva salir de la comodidad del famoso dicho “deporte y política no se mezclan”.

De “impresentable” lo tachó Faitelson, “miserable” le dijo Delgado y “vergonzoso” finalizó Gómez, luego de que Aguirre declinó declarar esgrimiendo “no tener elementos para dar una opinión” y “no ser portavoz de los migrantes”. Así las cosas, el nado sincronizado contra el ‘Vasco’, (magnificado por cuentas de X como La Catrina Norteña y ChicShion), trata sobre cuán bizarro resulta exigir de un nicho de la cultura orientado hacia el ocio, el consumo y las ganancias económicas, tal como lo es el fútbol, resolver la situación fronteriza entre México y Estados Unidos.

Javier Aguirre, durante el Mundial México 86 / Mexsport.

En efecto, El Tri ha sido mas bien símbolo de un nacionalismo comercial y apolítico, como lo catalogó el finado Carlos Monsiváis, para quien el sentimiento nacionalista fue aprovechado durante el siglo XX para proponer a la sociedad mexicana algo así como una catafixia: “ustedes, mexicanos, acepten la eliminación de la vida democrática y obtendrán el aprovisionamiento (caprichoso y muy parcial) de sus necesidades elementales.”

Por nacionalismo apolítico debemos entender un fenómeno típico de la así llamada “globalización”, donde las personas aspiran a ser representadas por cantantes, artistas, comediantes, deportistas y presentadores de televisión en vez de considerar qué rol juegan los órganos legal y legítimamente constituidos, así como los representantes electos por voto popular. Es, dirían los grandes teóricos del derecho, la separación entre sociedad y Estado en el mundo moderno.

“El Estado existe solamente donde hay sociedad civil”, escribía el jurista francés Maurice Hauriou, “es decir, donde el poder político está separado de la propiedad privada.” Y es que a diferencia del feudalismo donde la propiedad de la tierra llevaba consigo el privilegio de mandar, el Estado moderno “anula políticamente la propiedad”: esto es, al buscar la abolición del privilegio crea una esfera privada de garantías individuales y libertades personales. El problema es que esta separación entre sociedad y Estado termina por generar indiferencia, llegando así al escenario actual del ‘Vasco’, donde gente con micrófono pide cosas absurdas para un entrenador de fútbol cuya autoridad empieza y acaba en la cancha y en el vestidor.

Al explicar que él no es portavoz de la comunidad migrante, Aguirre aborda con sensatez una cuestión evidente: ser portavoz involucra una legitimidad y una investidura específica que solo concierne al Estado como poder soberano y representativo de la sociedad. Sin embargo, como han señalado otros grandes juristas influenciados por Hauriou, la representación seguirá siendo una ficción mientras la sociedad representada no tenga medios de manifestarse en las instituciones que presumen representar a un país.

De modo que debemos preguntarnos: ¿La selección mexicana de fútbol es verdaderamente representativa del pueblo de México?

Haciendo leña del seleccionador nacional, Hérculez Gómez usó una argumentación retorcida, pero interesante para el análisis: que el Tri le saca los dólares a una comunidad de más de 70 millones de simpatizantes en Estados Unidos, lucrando con la nostalgia y con el sentido de identidad nacional. Y que por eso Aguirre es de lo peor y es una vergüenza. Ahora bien, la pregunta inevitable ante el nado sincronizado de periodistas y comentaristas sería: ¿cumple ESPN, Televisa y (en el caso de Delgado) Canal Once dando voz en sus pantallas a la sociedad en temas de deporte y cultura sin recurrir a intermediarios del pequeño círculo de los medios de comunicación?

Convertir al entrenador de El Tri en el villano favorito por enésima ocasión, esta vez por un problema social de fondo como la migración, debería despertar en la afición en ambos lados de la frontera un sentido crítico sobre la selección nacional: cuestionar si es una institución que representa a México, o sino es más bien un producto de consumo sobre el cual la gente no tiene medios de manifestarse. La campaña orquestada contra Aguirre, además, exhibe algo inadvertido por los grandes juristas. En la separación entre sociedad y Estado ¿no será que los periodistas se han vuelto portavoces del privilegio económico en perjuicio de nuestra vida cultural y democrática?

Javier Aguirre agredido durante un juego de la selección de México vs la selección de Honduras. Vía Claro Sports.

César Martínez (@cesarkickoff) es maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

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