En el contexto de transición política en los dos países vecinos, México y Estados Unidos, el fenómeno migratorio aparece nuevamente como un tema de interés para la población de ambos territorios y, en gran medida, como una preocupación.
Si bien es cierto que el proceso se desenvuelve con relativa discreción en tiempos ordinarios, éste atrae a nuevos opinadores, especialmente detractores, una vez los periodos electorales se acercan. La atención del ojo público en torno a la dinámica migratoria incrementa discursos y narrativas típicamente preocupadas por asuntos como la seguridad o el mercado laboral nacional, adelantando justificaciones (in)suficientes para la exclusión y el recrudecimiento de las restricciones migratorias.
En México, los discursos que circundan a la migración adquieren también un cariz negativo: el más reciente estudio sobre opinión pública y migración a cargo de Oxfam1 revela que “el 53% de las personas considera que la llegada de personas extranjeras es un problema muy grande”.2 De acuerdo con esta investigación, existe una idea generalizada de que las personas migrantes provienen principalmente de países centroamericanos y se encuentran en calidad de tránsito dentro del territorio nacional, en espera del cruce al país vecino del norte;3 además, su presencia en el país se asocia con la inseguridad, el narcotráfico y la falta de empleo de los ciudadanos mexicanos frente a competidores externos.4
A pesar de la fuerza de narrativas como éstas, ciertamente, no hay una relación unívoca entre discursos y realidades: no existe una simetría necesaria entre el incremento de la opinión pública en torno a la migración y el aumento real de los números migratorios. De lo anterior se sigue que buena parte del incremento en la percepción pública sobre el asunto esté vinculada al dispositivo discursivo.
Las causas del aumento en la visibilidad del tema migratorio en la opinión pública son un tema que merece ser explorado de manera independiente.5 La apuesta aquí trata de dilucidar, en cambio, aquellos mecanismos por los que tales discursos se hacen efectivos. Estos tienen el potencial de influir positiva o negativamente en la vida de las personas. Sugiero de esta manera que la metáfora es uno de los medios por el que se articula el relato migratorio en el discurso público. Por lo tanto, si concedemos que se piensa a la migración a través de metáforas, la pregunta a responder sería: ¿en términos de qué otro concepto la estamos comprendiendo?
Ya hacia la década de 1980, Susan Sontag, escritora y crítica neoyorquina, advertía el protagonismo que un recurso como éste ostentaba en la estabilización del estigma social. En su original ensayo, La enfermedad y sus metáforas, evidenció la relación entre la estructura metafórica y el estigma, aún más, el potencial segregador que ésta tiene al nombrar o encubrir un determinado hecho, en este caso, la enfermedad.6
En su clasificación de un conjunto de padecimientos —la tuberculosis y el cáncer, por un lado, y la sífilis y el sida, por el otro— Sontag detectó una serie de mitos en torno a los atributos de cada uno de estos tipos clínicos que señalaban, a su vez, el carácter moral de sus portadores.
Por su cualidad contaminante en el imaginario público, aquellos que padecían una determinada enfermedad interiorizaban lo dicho sobre tales diagnósticos. Así, la metaforización de una enfermedad como la tuberculosis hizo de ésta, más que un padecimiento, una virtud en el dominio social: hacia el siglo XVIII, sus síntomas ya plagaban los textos del romanticismo alemán. En cambio, otras enfermedades a las que se aducía una causalidad concreta, la voluntad del individuo portador –como la sífilis, y el Sida–, encontraron metáforas altamente punitivas bajo la racionalidad de que sus portadores eran moralmente responsables por ellas; de modo que la enfermedad resultaba ser la expresión de una consecuencia negativa, un castigo por una conducta moralmente reprobable. Así, muchos pacientes —particularmente en el marco de la pandemia por VIH— tendían a fenecer en el silencio del estigma, abandonando la posibilidad de atender su afección o, por lo menos, socializarla.
Para Sontag, se volvió claro que un mecanismo de encubrimiento como el de la metáfora suponía un peligro frente al hecho de una nueva y desconocida enfermedad, de ahí que asegurara que, “las metáforas y los mitos matan.”7 No obstante, contraria a la advertencia de esta autora, la recomendación sería otra, no abandonar de forma absoluta el uso de metáforas sino usarlas de una manera distinta.
Hacia la misma década, el lingüista George Lakoff reconoció en sus Metáforas de la vida Cotidiana8 que estos recursos no se tratan de estructuras extraordinarias relegadas al plano de lo poético, sino que son cotidianas y a menudo echamos mano de éstas, puesto que ordenan el pensamiento y las ideas. Además, revelan el estatuto de los valores, prejuicios y actitudes que una sociedad posee en relación con un determinado hecho o fenómeno, con el potencial de influir en la creación de nuevos valores y actitudes.
La metáfora es un recurso cognitivo que básicamente “nos permite comprender y experimentar una determinada cosa en términos de otra.”9 Es decir, la metáfora vuelve accesible un concepto complejo a través de otros más sencillos. Por ejemplo, con frecuencia se utiliza la categoría de espacio para comprender el concepto “tiempo”. Este generalmente se manifiesta en las nociones de adelante atrás o arriba y abajo.10
Además, está anclada a una base material y vinculada a la experiencia cotidiana del cuerpo, la sociedad y la cultura, de manera que también varía en función del componente cultural. Sin embargo, por su naturaleza parcial, el resultado puede distorsionar o encubrir diversos rasgos y características de un hecho. Ello permite crear nuevos significados a partir de conceptos preexistentes,11 o bien, promover imágenes asociadas al estigma, la exclusión ideológica, los prejuicios y otros mecanismos que devienen moralmente nocivos.
La tesis resulta reveladora al ser susceptible de comparación con un caso análogo, el mecanismo que interviene en la comprensión de la migración. Individuos o comunidades enteras vulnerables son susceptibles de discursos como estos, aún más, su vulnerabilidad se ve afianzada por medio de estas imágenes. Por lo que es posible notar la relación de actualidad entre la comunidad de personas migrantes y aquella que fue segregada debido a la orientación sexual y una enfermedad asociada hacia finales del siglo pasado. Ambos segmentos fueron o han sido eficazmente excluidos también por la vía discursiva, es decir, diferenciados perniciosamente.
Para el caso de la migración, existen al menos un par de metáforas altamente productivas. En primer lugar, las metáforas bélicas, ésas por las que la migración se comprende en términos de guerra y, las metáforas hidráulicas que aluden a las inundaciones.
En el proceso por el que un concepto se intercambia por otro, se pone de manifiesto el carácter distinto de ambas entidades, y esta diferencia necesaria posibilita el intercambio. Tomemos como muestra base la definición del término ‘migrante’ que la Organización Internacional para las Migraciones propone:
“Término genérico no definido en el derecho internacional que, por uso común, designa a toda persona que se traslada fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través de una frontera internacional, de manera temporal o permanente, y por diversas razones…”12
Aunque es complicado definir en términos absolutos un proceso tan complejo como el que se señala —la migración humana—, la anterior definición apuntala una serie de rasgos deseables en la comprensión del término: enfatiza la movilidad humana, la agencia (o la falta de ella) de las personas que abandonan su país o comunidad de origen, y resalta el carácter humano a de quienes transitan, de quienes tienen que migrar.
Por el contrario, sobre el mismo fenómeno se han declarado también ideas como la siguiente: “Nuestro país está siendo invadido, no debemos de discutir en términos de amnistía, debemos de hablar sobre cómo detener la invasión.”13 La aseveración anterior fue manifestada por el entonces candidato presidencial del Partido Republicano estadounidense Donald J. Trump durante un mitin de campaña en el estado de Wisconsin en el mes de junio de 2024.
Durante el último debate entre este y Kamala Harris, la candidata del Partido Demócrata estadounidense manifestó que “la mala migración es lo peor que le puede pasar a la economía. Ellos (y ella) han destruido el país con políticas inconcebibles.”14
Aunque es claro que la primera definición poco o nada tiene que ver con las afirmaciones del candidato republicano, es posible notar que ambas entidades, a pesar de sus disparidades, reciben el mismo tratamiento en el plano lingüístico. Así, el concepto “migración” se comprende como un enemigo por medio del léxico bélico: ‘amenaza’, ‘control’, ‘invasión’, ‘retirada’, ‘captura’, ‘defensa’, ‘defender’, ‘disparar’, ‘se disparan los números migratorios’, ‘ganar’, ‘perder una batalla’, son algunos ejemplos de metáforas y porciones léxicas que ocupan no limitativamente el discurso de medios de comunicación, opinión pública y narrativa política.
Lo anterior recuerda aquellas estrategias por las que las enfermedades, tal y como señalaba Sontag, se vieron estabilizadas en la lengua a través del lenguaje militar, ése que hacia el siglo diecinueve y tras el descubrimiento de agentes infecciosos empezó a adquirir popularidad: “defensas del organismo”, “invasión de células cancerosas”, “colonización de microorganismos”, “bombardeo al paciente con rayos tóxicos”, “quimioterapia como guerra química.”15 El recuento de términos es compatible casi por completo en lo que se refiere hoy a la migración y sus procesos circundantes.
Este razonamiento también es aplicable a las metáforas hidráulicas, ésas que conciben la migración en términos de un cuerpo de agua. En este caso, son los grupos de personas en tránsito las que aparecen como sustancia, mientras que el contenedor se trata del territorio de llegada. Precisamente porque el fenómeno goza de un estatuto negativo en la opinión pública, éste se considera un problema y se asocia al escenario catastrófico propio de las inundaciones, las expresiones en diversos ámbitos lingüísticos son prueba de lo anterior: ‘Flujos migratorios’, ‘flujos mixtos’, ‘migración por goteo’, ‘frontera porosa’, ‘oleada migratoria’, ‘inundación’, ‘contención’, todo apunta a un universo consistente de metáforas hidráulicas que distinguen con claridad los contenedores de las sustancias contenidas, las personas y las fronteras.
El informe de la propia Secretaría de Gobernación mexicana utiliza un lenguaje afín, “Los compromisos asumidos por México en el ámbito internacional para la protección de los flujos de personas migrantes…”.16 La Organización Internacional para las Migraciones recurre a estas formas continuamente, “El Banco Mundial compila datos mundiales sobre las remesas internacionales, (…) Sin embargo, sus datos no captan los flujos no registrados…”.17 El mismo caso ocurre con diversas tarjetas migratorias del Instituto Nacional de Migración: “Agentes migratorios vigilan el Río Suchiate en la frontera con Guatemala para contener la migración indocumentada.”18
Para ambos tipos de metáforas el núcleo de su categorización es la idea de espacio: afuera y adentro, o bien, contenedor y contenido, el cuerpo y el medio exterior, el país propio contra el extranjero. Dos categorías discretas que suponen criterios de exclusión.
Es posible así señalar que el significante que subyace a este conjunto de metáforas se trata de una idea del otro constituida a partir de una profunda aversión, lo que no solo produce temores más o menos fundados si no peligrosos discursos y actos de odio, especialmente en contra de aquellas comunidades que son identificadas como indeseables dentro de la opinión pública, dotándolas de la forma de amenaza extranjera, ente extraño que “inunda” nuestro territorio o bien, de enfermedad que aqueja a la nación en cuanto cuerpo.
En la lógica de una advertencia como la de Sontag, las metáforas y los mitos pueden encubrir la complejidad de su naturaleza, trascendiendo el plano de la retórica, de manera que el cumplimiento de esta previsión puede alcanzar la realidad en calidad de política de Estado o de amenaza internacional, tal como la que el propio Trump lanzó contra el gobierno mexicano en caso de que éste no logre “contener” la migración: la imposición de aranceles del 25 al 75 por ciento en todos los bienes comerciados entre ambos países.19 Éste es el sentido frontal que oculta el conjunto discursivo antes señalado.
La existencia de un imaginario paralelo en la migración encubre y proyecta un temor como este, un miedo a una otredad no comprendida. Como reacción, construimos metáforas para entender esta otredad desconocida. No obstante, la mayoría del tiempo, los objetos por los que la intercambiamos —la guerra o las catástrofes— son moralmente nocivos y suponen en los hechos consecuencias perjudiciales a quienes se les aducen, admitiendo un proceso previo de deshumanización de estos grupos poblacionales. Advirtiendo la función creativa de la metáfora, específicamente, su capacidad de ordenar los significados de la vida cotidiana, habría que recuperar su uso y transformarla para reivindicar las ideas e historias que contamos sobre aquello que no entendemos o tememos. Crear de esta manera nuevas metáforas que ofrezcan significados propositivos que, lejos de excluir y marginar a ese otro, sean capaces de imaginar un posible nosotros.
Sofía Garnica Esteva (1998) (@sofiageste) estudió antropología y lingüística en la Universidad Nacional Autónoma de México. Interesada en el estudio de la ética, el lenguaje y la creación literaria, la migración, los derechos humanos y los procesos de arbitrariedad institucional.
- Oxfam, El muro mexicano, percepciones sobre la migración, 2023. Disponible en: https://oxfammexico.org/wp-content/uploads/2023/08/EMM_Informe_completoR4.pdf ↩︎
- Ídem. ↩︎
- Ídem. ↩︎
- Ídem. ↩︎
- Como he mencionado antes, una posible hipótesis se refiere a los periodos electorales. ↩︎
- Susan Sontag. La enfermedad y sus metáforas, España, Taurus, 1996. ↩︎
- Ídem., p. 48. ↩︎
- George Lakoff y Mark Johnson, Metaphors we live by, Chicago, Chicago University Press, 1981. ↩︎
- Ídem., p. 5 (la traducción es mía). ↩︎
- Alejandra Ruiz Surget, “La conceptualización del tiempo a través de la metáfora espacio-temporal con el verbo llegar”, Estudios de Lingüística Aplicada, año 35, no. 66, 2017, p. 5. Disponible en: https://ela.enallt.unam.mx/index.php/ela/article/view/836/923 ↩︎
- George Lakoff y Mark Johnson, 1981, p. 142. ↩︎
- OIM, Glosario Sobre la Migración, 2024. Disponible en: https://www.iom.int/es/sobre-la-migracion ↩︎
- Fox News, 2024. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=C8iY6HXEoKY : “Our country is under invasion, we should not be talking about amnesty, we should be talking about stopping the invasion” ↩︎
- Ídem. ↩︎
- Sontag, 1996, p. 32 ↩︎
- Secretaría de Gobernación, Nueva política migratoria del Gobierno de México 2018-2024, México, 2018. Disponible en: https://portales.segob.gob.mx/es/PoliticaMigratoria/Panorama_de_la_migracion_en_Mexico ↩︎
- OIM, Informe sobre las Migraciones en el mundo 2020, 2020. Disponible en: https://worldmigrationreport.iom.int/wmr-2020-interactive/?lang=ES ↩︎
- Instituto Nacional de Migración, Tarjeta migratoria, 2021. Disponible en: https://www.inm.gob.mx/gobmx/word/wp-content/plugins/galerias/includes/archivos/pdf/2203212.pdf ↩︎
- Karissa Waddick, “Trump promises tariffs of 25% to 75% on Mexican goods unless illegal immigration stops”, USA Today, 2024, Disponible en https://www.usatoday.com/story/news/politics/elections/2024/11/04/trump-25-tariff-mexico-immigration/76046407007/ ↩︎