TÁNTALO (POEMA)

Por Felipe Copca

¿Y quién, si yo llorase,

me verá tirado sobre el suelo

y con una piedad infinita,

aun batiéndose en su propio duelo,

tome mi mano tiernita

y al cielo de raso me alce?

 

¿Nadie? Nadie ¿Nadie? Nadie.

Soy la gota más triste de rocío

en una mañana de pálido aire,

cual el humo de la fábrica en su oficio

junto al anuncio negro del papado

que allende lejos ve el pastor entre su prado

con su fuste enorme en mis encimas

y no oye a mis quejidos de noche en las encinas.

 

Soy la gota más endeble del rocío,

un amanuense de la Nada

que ya olvidó bañarse de los ríos

por tener a la Oscuridad como su Hada,

al Precipicio por su objetivo,

a la Ebriedad como su aliada,

a la Muerte por su amada

y a Dios por su enemigo.

 

¿Y quién, si yo llorase

entre los más rabiosos perros,

por mí, por mí ladrase

un sonido bello distinto al del culebro?

 

Cadmo ¿serpiente tebana o egipcia?

 

¡Oh, pirámide abandonada toda,

por sus últimos y menores dioses,

la arruinada por los salvajes años,

por un viento que pasa desgastándote

las rocas pegadas sin cementos de lodos!

 

Rueguen con nosotros

 

¡Oh, pirámide rosa, la ya arruinada,

marchita, con espinas caídas y rotas,

con las tierras secas o los pastos quemados

que suplantan al verdor que jamás, nunca

volverá, siquiera por insulto! pobre

de ti, ingenuo, tú ¡insulso maldito!

 

Rueguen con nosotros

 

El cielo enojado mira abajo

a sus pies los infiernos terrestres

 

Inquisidor, descárgate

 

Mundo de la ignominia, maldecida

raza animal brotada de los suelos

agrestes, germen del diente del dragón,

fundador de pueblos a sangre y fuegos:

 

No tienden la mano

a los que por ti oran

 

Que nos reciban ahora entre unos dulces,

maternales, suaves, viejos brazos

con un chal de luto que tape a nuestros

cuerpos prematuramente podridos

 

Y perdonen a nuestras ofensas

o les den consuelo a los afligidos.

Pixabay
Más artículos
Javier Milei: 100 días de improvisación y contradicciones