¿Y quién, si yo llorase,
me verá tirado sobre el suelo
y con una piedad infinita,
aun batiéndose en su propio duelo,
tome mi mano tiernita
y al cielo de raso me alce?
¿Nadie? Nadie ¿Nadie? Nadie.
Soy la gota más triste de rocío
en una mañana de pálido aire,
cual el humo de la fábrica en su oficio
junto al anuncio negro del papado
que allende lejos ve el pastor entre su prado
con su fuste enorme en mis encimas
y no oye a mis quejidos de noche en las encinas.
Soy la gota más endeble del rocío,
un amanuense de la Nada
que ya olvidó bañarse de los ríos
por tener a la Oscuridad como su Hada,
al Precipicio por su objetivo,
a la Ebriedad como su aliada,
a la Muerte por su amada
y a Dios por su enemigo.
¿Y quién, si yo llorase
entre los más rabiosos perros,
por mí, por mí ladrase
un sonido bello distinto al del culebro?
Cadmo ¿serpiente tebana o egipcia?
¡Oh, pirámide abandonada toda,
por sus últimos y menores dioses,
la arruinada por los salvajes años,
por un viento que pasa desgastándote
las rocas pegadas sin cementos de lodos!
Rueguen con nosotros
¡Oh, pirámide rosa, la ya arruinada,
marchita, con espinas caídas y rotas,
con las tierras secas o los pastos quemados
que suplantan al verdor que jamás, nunca
volverá, siquiera por insulto! pobre
de ti, ingenuo, tú ¡insulso maldito!
Rueguen con nosotros
El cielo enojado mira abajo
a sus pies los infiernos terrestres
Inquisidor, descárgate
Mundo de la ignominia, maldecida
raza animal brotada de los suelos
agrestes, germen del diente del dragón,
fundador de pueblos a sangre y fuegos:
No tienden la mano
a los que por ti oran
Que nos reciban ahora entre unos dulces,
maternales, suaves, viejos brazos
con un chal de luto que tape a nuestros
cuerpos prematuramente podridos
Y perdonen a nuestras ofensas
o les den consuelo a los afligidos.