I’m just sitting here watching the wheels go round and round.
John Lennon
Hace 44 años, David Chapman asesinó a John Lennon en la entrada del edificio Dakota, en Nueva York, donde residía con su pareja, la artista conceptual Yoko Ono, y su pequeño hijo Sean. El guarismo 44 no ejerce ninguna fascinación, no es un número redondo ni forma parte, hasta donde sé, de alguna cábala. Es un número y ya. Un número a secas que tal vez anuncie, como aniversario, la apropiación plana, sin más, de una vida y una obra como la de Lennon. Y sí, acaso podría decirse su “consumo” por parte de las redes sociales ahora mismo, sobre todo Facebook y TikTok, las más populares.
¿Qué les dice un personaje como Lennon a las generaciones de jóvenes hoy día? No lo sé, pero sospecho que los remite a la imagen, más bien edulcorada, de un “soñador” que quería construir un mundo mejor (como ciertamente ocurrió en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París hace unos meses).
You may say I’m a dreamer
But I’m not the only one
I hope some day you’ll join us
And the world will be as one…
Y entonces, ese hábito de percepción que ha modelado su mente los programará para celebrar al icónico personaje de Liverpool: “Recordemos a Lennon en la fecha de su muerte, pongamos un post en nuestro muro de face o grabemos un TikTok con alguna de sus sentenciosas expresiones, empezando por la que nos parece más radical de todas ellas: “God is a concept/ By which we measure our pain…”.
Seguirá siendo cierto, sin embargo, que, contra el velo romántico con que el mainstream protector ha cubierto su recuerdo, Lennon fue un tipo más bien contradictorio. Individualista inveterado en su momento: “Mi nombre no es Beatle John. Es John Lennon”. Y también nostálgico de un Edén con campos de fresa: “Let me take you down ‘cause I’m going to/ Strawberry Fields…”. Y convocante a un cambio por la vía del Peace and Love, precisamente en 1968, año de una moderna cabalística, como insistentemente recordamos, con esa memoria nuestra tan imperialista, las viejas a las nuevas generaciones:
You say you want a revolution
Well, you know
We all want to change the world
(…)
But when you talk about destruction
Don´t you know you can count me out…
Pero esa percepción de un sujeto fáustico, habitado por varias almas, no encaja con los contemporáneos hábitos de percepción, con la lógica binaria que dinamiza las redes sociales, con los algoritmos en que se consume la ceñida imaginación cibernáutica. O eres o no eres. Eres una cosa o eres otra. No hay cantos whitmanianos: no hay contradicción que valga, nadie contiene multitudes. Feminista o misógino, honesto o corrupto, joven o viejo, político o ciudadano, pluralista o autoritario, imperialista o decolonial, héroe o villano. Soy tu fanático o tu linchador.
Y pues sí, en algún momento Lennon imaginó un mundo sin cielo y sin infierno, pero poco antes de caer herido de muerte, lo que más quería era vivir mirando las ruedas girar y girar, ser feliz con una mujer a la que difícilmente podía explicar su amor y hacer que un pequeño llamado Sean entrecerrará sus ojos y dejara de sentir temor.
Close your eyes
Have no fear
The monster’s gone
He’s on the run and your daddy’s here.
En las composiciones aparecidas en su Double Fantasy, su disco póstumo, Lennon decía eso y, en franca retirada de la vida pública del dreamer, cantaba con toda calma: Well, I tell them there´s no hurry/ I’m just sitting doing time. Un fanático que no entendió nada de esto le disparó cinco balazos un 8 de diciembre de 1980.
Ronaldo González Valdés (Culiacán, 1960). Sociólogo, historiador y ensayista. Entre sus últimos libros, George Steiner: entrar en sentido (Prensas de la Universidad de Zaragoza, España, 2021), Culiacán, Culiacanes, Culiacanazos (ediciones del Lirio, México, 2023) y Tiempo y perspectiva: El Guacho Félix, misionero secular (UPES, México, 2024).