El papel político y social de las mujeres durante la Revolución Mexicana [1]

Karen Suleymi Guerrero Valdez [2]

La Revolución Mexicana fue un movimiento político-social que alteró la conformación del país, transformó las condiciones sociales, las conductas y el ordenamiento legal de las relaciones de poder. Representa una etapa de disputa de la que tomaron parte mujeres y hombres de todas las clases sociales, interesados por conquistar el ideal democrático. Al concluir la gesta armada se propagó la idea de que ésta había transformado las condiciones de reclusión de las mujeres. Se pensaba que el conflicto les había permitido incursionar en la esfera pública para verse a sí misma como contribuyentes, como miembros activos de la sociedad. No obstante, antes del conflicto armado las mujeres, en especial las que pertenecían a las clases bajas, impulsadas por la necesidad de llevar un sustento a sus hogares, ya habían penetrado en diversos sectores de la esfera pública, principalmente en la calle, las fábricas y el trabajo doméstico.[3]

Desde los albores del siglo XX, mujeres de distintas clases sociales y profesiones se vieron inmersas en algunas actividades organizadas por los grupos opositores del régimen de Porfirio Díaz. En algunos casos, las mujeres se afiliaron a los recién establecidos clubes liberales,[4] espacios donde realizaron actividades de propaganda y difusión en contra de las arbitrariedades cometidas por el gobierno porfirista. La prensa constituyó un espacio de gran importancia para visibilizar su participación política. Incluso, algunas mujeres fundaron y dirigieron sus propios periódicos. El caso de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza representa un ejemplo sobresaliente. Ya que, en el verano de 1901 en la ciudad de Guanajuato, Juana Belén fundó el periódico semanal Vésper. Bajo el lema: “¡Justicia y Libertad!”, este semanario fue utilizado como una plataforma de divulgación y opinión pública que levantó comentarios halagadores de periodistas que también luchaban por terminar con la administración de Díaz. Este semanario dio a conocer a las mujeres que participaban en él, sobre todo, a su directora en las organizaciones liberales de carácter opositor al gobierno porfirista. Por ejemplo, en el periódico político Regeneración, fundado por Ricardo Flores Magón, se elogiaba el carácter viril del semanario Vésper, además, se reconocía el actuar y la capacidad de las mujeres que colaboraban en la publicación y criticaban a través de la pluma, la tiranía, las desigualdades y la falta de principios que regían el México administrado por Díaz.[5]

No obstante, el clima de represión instaurado por la dictadura porfirista orilló a varios liberales (incluidas mujeres), a reorganizar sus actividades fuera del alance del Díaz. En algunos casos, el exilio fue la ruta de escape para seguir combatiendo desde otro espacio, pero bajo los mismos ideales de justicia. Laredo, Texas fue el escenario que acogió a personalidades como Juana Belén, Elisa Acuña y Rosete, y Sara Estela Ramírez, colaboraron en la edición del diario la Corregidora.[6]

Años más tarde, a inicios de 1908, la situación de tensión por la que atravesaba el país era insostenible. Las manifestaciones de descontento, luchas por el poder, levantamientos y huelgas, provocaron mayores movilizaciones por parte de los diversos sectores sociales. En un México donde no existía el ejercicio democrático los aspirantes a un cambio político organizaron nuevos grupos opositores; bajo el principio de “No Reelección”, buscaron la implementación de un proyecto político que garantizara el mejoramiento del país. A pesar de que las mujeres no eran reconocidas como ciudadanas, un número considerable participó activamente en cuestiones políticas que fueron determinantes para el movimiento revolucionario.

Tal es el caso de Inés Malváez Ramírez, originaria de Otumba, Estado de México. Nacida el 21 de enero de 1874, hija de Benito Malváez y Laura Contreras que conformaban una familia de clase media. A pesar de que Inés Malváez adquirió una formación como enfermera su protagonismo se vincula con su participación en la Revolución Mexicana. En 1909, inició sus labores revolucionarias a través de las filas del Centro Antireeleccionista de México, y del Partido Antireeleccionista, fundado por Francisco I. Madero.[7]

Al igual que Inés Malváez, otras mujeres apoyaron a los grupos políticos en la lucha democrática. Tal es el caso de la Liga Femenil de Propaganda Política, fundada en 1909 en la Ciudad de México. Entre sus integrantes, destacan las figuras de María Luisa Urbina, Joaquina Negrete, María Aguilar Castaño, Josefina Treviño, Adela Treviño; entre otras. La presencia y participación de las mujeres como actoras sociales demuestra su visibilidad en asuntos públicos y políticos que en algún momento se consideraban ajenos a su sexo. La prensa como plataforma de divulgación y opinión pública fue empleada por grupos de mujeres para expresar y defender sus posturas políticas.

De alguna manera, las mujeres veían su participación en el conflicto armado como una oportunidad para demostrar que su campo de acción no se limitaba al espacio privado. Algunas mujeres pretendían luchar por la libertad y los derechos políticos, aún sabiendo que no eran reconocidas como ciudadanas, sino como “miembros honorarios de la sociedad”; bajo esta perspectiva, el honor les otorgaría una mayor visibilidad, pero sobre todo, reconocimiento público, no solo como esposas y madres, sino como sujetos sociales, capaces de contribuir con el mejoramiento de México.

El 15 de abril de 1910, fue convocada por el presidente del Centro Antireeleccionista de México, Emilio Vázquez Gómez, una asamblea denominada Convención Nacional Independiente de los Partidos Aliados: Nacional Antireeleccionista y Nacional Democrático. El propósito de la asamblea era lanzar las candidaturas de Francisco I. Madero como presidente, y Francisco Vázquez Gómez vicepresidente.[8] Después de que se dieran a conocer las candidaturas de Madero y Vázquez Gómez, Inés Malváez en colaboración con otras mujeres trabajaron con empeño exhortando a los ciudadanos a cumplir con sus deberes cívicos el día de los comicios, para que depositaran su voto en favor de los candidatos.[9]

El Club Hijas de Cuauhtémoc, del cual Jiménez y Muro era presidente, Álbum Histórico Gráfico, (México, 1920). General Collections, Library of Congress. F1231 .5 G666 1920

Al mismo tiempo, María Arias Bernal, Dolores Jiménez y Muro, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, María de los Ángeles viuda de Méndez, entre otras, fundaron el 19 de junio de 1910 el Club Femenil Antireeleccionista “Hijas de Cuauhtémoc”. Este espacio permitió a sus integrantes emprender una ardua labor de convencimiento entre los votantes, además de dar a conocer todo tipo de propaganda subversiva, dictar conferencias y participar en manifestaciones antireeleccionistas donde se hicieron notar, no solo como esposas, madres e hijas, sino como actoras sociales capaces de luchar junto con los hombres por los derechos políticos y el ejercicio democrático. Además, reconocían la importancia de que los ciudadanos ejercieran el sufragio para conseguir un verdadero cambio político. Asimismo, enfatizaban las labores emprendidas por los clubes femeniles como una fuerza moral capaz de contribuir con el cambio que México necesitaba en materia política. A través del sacrificio, la perseverancia y la resistencia, las integrantes del Club Femenil “Hijas de Cuauhtémoc”, participaron en la lucha política sin temor a ser criticadas, dejaron su huella en el espacio público, con la esperanza de que en algún momento su actuar sería recompensando, pero sobre todo, reconocido y visibilizado.

Meses antes de que iniciara la Revolución Mexicana, en septiembre de 1910, algunas agrupaciones de obreros, campesinos y clubes femeniles, entre ellos, el club “Hijas de Cuauhtémoc”, se reunieron en la glorieta de Colón para participar en una manifestación popular que recorrería Paseo de la Reforma hasta la Catedral. Este evento, desató el descontento del presidente Díaz, ya que interpretó la movilización como un acto en contra de su gobierno por ser realizado al margen de los festejos de la Independencia de México. Como consecuencia, la policía disolvió el evento y arrestó a mujeres y hombres que se encontraban ahí. Dolores Jiménez y Muro, Manuela Peláez, entre otras, fueron acusadas por el delito de sedición, y recluidas en la Penitenciaria del Distrito Federal, conocida como cárcel de Belén.[10]

Al poco tiempo, el 5 de octubre de 1910, Francisco I. Madero, proclamó desde la ciudad de San Antonio, Texas, el Plan de San Luis, cuyo lema “Sufragio Efectivo. No Reelección”, impulsaría al pueblo mexicano a tomar las armas el 20 de noviembre para luchar en contra del gobierno de Porfirio Díaz.[11] A partir de noviembre, el inicio del movimiento armado llevó a las integrantes de los diversos clubes femeniles a realizar tareas de guerra, aprovisionamiento de armas, pertrechos, organizaciones clandestinas, además de actividades como espías y correos. Cada uno de estos espacios estaban constituidos bajos los preceptos de progreso, libertad y justicia, que en conjunto guiaron a las mujeres para participar como sujetos políticos, aun sin gozar del reconocimiento ciudadano. Las miembros del Club Femenil “Hijas de Cuauhtémoc”, estaban conscientes del papel que desempeñaban en el espacio público.

De cierta manera, las mujeres que apoyaron la candidatura de Madero animaron al pueblo mexicano a hacer uso del sufragio como instrumento de poder, creían que el verdadero cambio político y social se daría en las urnas. A pesar de que las mujeres no gozaban del derecho de la ciudadanía, emplearon la pluma como símbolo de lucha para manifestar sus posturas con respecto a asuntos políticos:

“¡Mexicanas!” El Club Femenil Antireeleccionista “Hijas de la Revolución”, cuyos humildes esfuerzos se encaminan actualmente a despertar en el pueblo el deseo de hallarse apto para votar en las próximas elecciones, hace un llamado a la mujer mexicana, invitándola a que se le una en el desempeño de tan honrosa misión, a fin de tener un feliz éxito en lo que se proponen, hay trabajo para todas”.

En 1910, al estallar la gesta armada las participaciones femeninas se diversificaron, mujeres de todas las clases sociales se hicieron presentes en diversos espacios públicos. Por ejemplo, las de clase alta que estaban acostumbradas a participar en actividades de beneficencia se ofrecieron como enfermeras voluntarias de la recién creada Cruz Roja Mexicana.[12] A pesar de que la institución tenía el deber de responder a un interés social y auxiliar a los heridos en cualquier enfrentamiento armado, sólo atendió a los soldados del ejército federal. Este hecho marcó la inclinación política de su directora, Luz González de Cosío, en favor del gobierno porfirista. En respuesta, y como deber filantrópico, Elena Arizmendi Mejía[13] fundó la Cruz Roja Neutral, organización comprometida con apoyar a los heridos sin importar sus inclinaciones políticas.

“La Soldadera.” Prints and Photographs Division, Library of Congress. LC-USZ6-1467

Por un lado, mujeres de todas las clases sociales tomaron parte activa en el conflicto armado. Algunas que habitaban en los sectores rurales y urbanos se enrolaron en los ejércitos subversivos acompañando a sus maridos en las marchas militares. Conocidas como soldaderas,[14] desempeñaron todo tipo de actividades, desde preparar la comida, lavar la ropa, cuidar a los enfermos, conseguir pertrechos de guerra, animar a los soldados, vigilar el campo de batalla, etc. Todo en nombre de la familia y de los suyos. Las soldaderas pelearon codo a codo en los ejércitos maderistas, zapatista, villista, constitucionalista y federal. Su figura revolucionaria fue reivindicada a través de canciones y corridos que dieron lugar a novelas e historias que forman parte de la historiografía de la época.

Frente al modelo de las soldaderas, surgió la categoría de las soldadas: mujeres que empuñaron las armas y se comprometieron con la revolución desde el frente de batalla. Martha Eva Rocha sostiene que la mayoría de las soldadas tomaron las armas en 1913, inmediatamente después de los asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. Las soldadas se incorporaron únicamente a los ejércitos zapatistas y constitucionalistas. En el ejército de la División del Norte -comandado por Francisco Villa-, las mujeres sólo participaron como soldaderas y enfermeras. A diferencia de las soldaderas, las soldadas actuaron bajo roles masculinos para poder incursionar en los ejércitos rebeldes. En algunos casos, se hicieron pasar por hombres. Participaron en batallas, combates, ataques, tiroteos, asaltos, tomas de sitio, etc. Algunas soldadas fueron reconocidas con rangos militares como: Generales de división de brigada y brigadieres; Jefes: coroneles, tenientes coroneles, mayores; Oficiales: capitanes, tenientes y subtenientes.[15]

Después de varios meses de haber iniciado la Revolución Mexicana, Francisco I. Madero asumió la presidencia, no obstante, los aliados del ejército porfirista liderados por Victoriano Huerta dieron lugar a un golpe de Estado, conocido como Decena Trágica. Frente a este acontecimiento, algunas mujeres que en un inicio apoyaron a Francisco I. Madero, se reagruparon con Venustiano Carranza para continuar con la lucha armada.[16]

Tras el golpe de Estado de Victoriano Huerta dio inicio la segunda etapa de la Revolución Mexicana encabezada por Venustiano Carranza, nombrado posteriormente Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Tal como Francisco I. Madero convocó la organización de grupos opositores, Carranza hizo un llamado al pueblo mexicano para defender y luchar por los principios democráticos. En respuesta, algunas mujeres reanudaron sus labores en favor del movimiento revolucionario. Después de los asesinatos de Madero y Pino Suárez, María Arias Bernal, Inés Malváez y Eulalia Guzmán, crearon el Club Femenil “Lealtad”. Cuyo propósito consistía en mantener contacto con los grupos opositores, encubrir actividades revolucionarias en contra de la administración de Huerta, conseguir pertrechos de guerra, fondos para reproducir propaganda subversiva, así como enviar información del curso de la Revolución Mexicana a los correligionarios que se encontraban dispersos por todo el país.[17]

Finalmente, la Revolución Mexicana representa una etapa de disputa que permite conocer la participación de las mujeres en el espacio público desde las diferentes facciones que conformaron la lucha armada. A través del magonismo, el maderismo y el constitucionalismo, las mujeres lucharon por la búsqueda de un cambio político que atendiera las necesidades sociales de la época. Hablar de las mujeres en la Revolución Mexicana es hablar de un grupo polifacético cuyos intereses, demandas e ideas, enmarcan la Historia de las Mujeres en México.

[Soldaderas holding rifles.] Prints and Photographs Division, Library of Congress. LC-USZ62-25760

[1] Este texto forma parte de investigaciones previas realizadas entre 2017 y 2020. Véase: Karen Suleymi Guerrero Valdez, “El discurso histórico de las mujeres antisufragistas durante la Revolución mexicana, 1900-1917” (Tesis de licenciatura, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2017; Karen Suleymi Guerrero Valdez, “El sufragio no efectivo, la participación política de las mujeres antisufragistas: Un estudio comparado entre México y Gran Bretaña, 1910-1930” (Tesis de maestría, Centro de Investigación y Docencia Económicas”, 2020.

[2] Maestra en Historia Internacional por el Centro de Investigación y Docencia Económicas. Líneas de investigación: Historia de las Mujeres, Historia de Género, e Historia Comparada. Ganadora del Premio de Tesis de Investigación Histórica 2016, otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.

[3] Al respecto véase: Silvia Marina Arrom. Las mujeres de la ciudad de México, 1790-1857, México: Siglo XXI, 1988; Carmen Ramos Escandón (ed.), Presencia y transparencia, la mujer en la historia de México, México: El Colegio de México, Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer, 2006; Fabiola Bailón Vásquez, Mujeres en el servicio doméstico y en la prostitución: sobrevivencia, control y vida cotidiana en la Oaxaca porfiriana, México: El Colegio de México, 2014.

[4] Entre los que destacan: Club Liberal “Benito Juárez”; organizado en Minas, Coahuila; Club Liberal “Ponciano Arriaga”; en la Ciudad de México, y Club Liberal “Sebastián Lerdo de Tejada”; en Veracruz. En la República Mexicana se organizaron alrededor de 200 clubes liberales. De acuerdo con Ricardo Flores Magón, la organización de estas agrupaciones evidenciaba un profundo interés para que los mexicanos lucharan por los ideales de libertad y justicia. Véase: Ricardo Flores Magón, “Regeneración”, Regeneración, Periódico Independiente de Combate, 5 de noviembre de 1904.

[5] Ana Lau Jaiven, “La participación de las mujeres en la Revolución Mexicana: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875-1942)”, 2005. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/439/43926968005.pdf

[6] Ana Lau Jaiven, “La participación de las mujeres en la Revolución Mexicana: Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875-1942)”, 2005. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/439/43926968005.pdf

[7] Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Fondo Veteranos Expediente D/112/C-490, foja4.

[8] Begoña Hernández y Ricardo Rincón (coords.), Las mujeres en la Revolución Mexicana, 1884-1920, México, Instituto Nacional de las Revoluciones de México, 1992.

[9] Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Fondo Veteranos, Expediente D/112/C-490, foja 1.

[10] S/A, “La manifestación independiente de ayer disuelta a caballazos en la glorieta de Colón, Diario del Hogar,  12 de septiembre de 1910.

[11] Jesús Silva-Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1972.

[12] A mediados del siglo XIX, la enfermería en México inició como una práctica filantrópica entre las mujeres de clase alta que aprendieron algunos métodos y técnicas de cuidado de las religiosas que se encargaban de los enfermos por caridad cristiana, a través de la Congregación Hermanas de la caridad del Verbo Encarnado. Fue hasta 1907 que se creó la primera Escuela de Enfermería en la ciudad de México, esto después de que el Dr. Eduardo Liceaga impartiera el primer curso escolarizado de enfermería en el Hospital General. La carrera de enfermería tenía una duración de tres años, las aspirantes debían presentar un certificado de instrucción primaria, cartas de buena salud y de moralidad, esta última expedida y acreditada por la iglesia. Los salarios percibidos estaban sujetos a dos categorías egresadas obtenían el grado de enfermeras de primera (tituladas), y enfermeras de segunda (no tituladas). Martha Eva Rocha Islas, Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939,  México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2016.

[13] Para entonces, Elena Arizmendi, era estudiante de enfermería en el Hospital de Santa Rosa, de San Antonio Texas. Para profundizar en torno a la historia de vida de este personaje. Gabriela Cano, Se llamaba Elena Arizmendi, México: Tusquets Editores, 2010.

[14] También fueron conocidas como “adelitas”, “marías”, “juanas”, “guachas”, “indias”. Martha Eva Rocha Islas, Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2016.

[15] Entre las que destacan: Amelia Robles Avila, Rosa Padilla Camacho, Marcela Torres Laguna, María de la Luz Espinosa, Juana Castro Vázquez, María Asunción Villegas Torres, catalina Zapata Muñoz, por mencionar algunas. Martha Eva Rocha Islas, Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2016.

[16] Eduardo Blanquel, Ricardo Flores Magón y la Revolución Mexicana, México, Colegio de México, 2008.

[17] Archivo Histórico del Distrito Federal, Club Lealtad, Expediente 112.

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