Inventar un pasado para reemplazar la orfandad literaria

Por Jhonatan Salazar Achig

Edwin Alcarás (1981), escritor ecuatoriano, realiza su debut novelístico de forma atrevida, ¿atrevida?, sí, porque su novela Mal de espejos no solo ahonda desde la ficción el pasado de su familia, sino que también escudriña en el pasado de la literatura ecuatoriana. Esta obra explora de forma original esa delgada línea entre la ficción y lo real, y topa con un dedo acusador la herida del olvido en que se tuvo al escritor lojano Pablo Palacio, antes un nadie y hoy canon de la literatura nacional.

El narrador en primera persona menciona que no conoce nada del pasado de su abuelo paterno, del que solo tiene una verdad absoluta y es que murió de una enfermedad mental. Tenía sobre la vida de su abuelo nada más que versiones contradictorias y muchos mitos y en ese intento de reconstruir ese fantasma, el narrador, que justamente es un escritor (giño autobiográfico), genera una historia para conectarse con su pasado. 

El narrador presenta a Marcelo Trinidad Alcasser, su abuelo, de quien ha podido rescatar unas cartas escritas en un hospital psiquiátrico. Marcelo es un hombre que, tras su temprana orfandad, se quedó sin historia, inmerso en la locura y no tiene más remedio que inventarse un pasado, una memoria improbable. Los textos que nos lee el nieto son la voz de un personaje enloquecido que va consignando ideas e impresiones con un estilo fragmentario. Marcelo busca frenéticamente sentido en los libros, en la filosofía, en la historia, en la república de las letras y no lo encuentra.

La novela tiene una estructura académica con doce capítulos, de los cuales el primero y el último son presentados por el narrador (nieto), el primero a modo de introducción y el último de conclusiones. Los demás capítulos tienen como foco las cartas de su abuelo, pero se leen como desarrollos de un ensayo, pues cada uno lleva un epígrafe que lo contiene, citas de filósofos y notas al pie.

El tema de la locura y la necesidad de tener un pasado se plasman en la novela. “Me han diagnosticado el mal de espejos, para simbolizar la esquizofrenia, trufada de continuos delirios auditivos y, en menor medida, visuales” (pág. 64), dice el personaje del abuelo. En esta búsqueda, llevada entre delirios, acuden a su memoria sus encuentros con Pablo Palacio, a quien llama Don Pablito. La obra incluye referencias históricas en notas al pie y agrega datos biográficos de Palacio, matizando su verosimilitud con datos reales del escritor lojano, como por ejemplo la enfermedad mental que por siete años lo atormentó, así como la referencia a su famoso manuscrito perdido Ojeras de virgen, el cual es el centro de la trama. 

Los personajes centrales están atormentados por la locura que viven al margen de la sociedad, pero no sufren esa violencia, pues viven ensimismados y usan mucho humor para sobrevivir su situación. Alcarás logra un homenaje curioso a Palacio pues fue él quien se burló de todo y de todos, destruyó la literatura de su tiempo a punta de carcajadas. El mejor homenaje es leerlo y luego burlarse de él, nos menciona. 

El estilo de escritura es de un barroco novedoso bastante cargado de detalles que despistan y vuelven innecesario seguir la lógica racional, pues estamos hablando de la locura. Asimismo, la escritura alude a libros universalmente reconocidos como, por ejemplo, la Biblia: “En el principio hubo caos. Absurdo. Y luego del principio, también” (pág. 9). En otras partes aparece la imitación del estilo de Así Habló Zaratustra, pues el personaje Don Pablo se dirige a Marcelo con monólogos largos y fragmentarios que muchas veces lindan con lo poético y cierran siempre con la mención “Así hablaba don Pablito” (pág. 40).

El texto, por su carga barroca, es de ardua lectura y obliga a la participación del lector, quien debe despojarse de la pereza de pensamiento y la comodidad para no perderse en el hilo del relato y en las trampas que le tiende el autor. Hay muchas referencias a pensadores en los diálogos de Don Pablito, a los que menciona con su diminutivo para graficar el habla quiteña: loquito Fredy (Nietzsche), Vladicito (Lenin), Karlitos (Marx), Federiquito (Engels), Miguelito (Bakunin), Rosita (Luxemburgo). 

Los capítulos de las cartas relatan la supuesta historia de Marcelo, un niño que huye de su casa porque se entiende miró el asesinato de su madre por parte de su padre, desde allí las voces lo acompañan. Llega a Quito y no le queda más que vivir en la calle. Lustrando zapatos conoce a Don Pablito, alguien que le habla y comprende, porque comparte su condición de huérfano. Aprendió así a leer y luego estudió en el Colegio de Jesuitas. La trama mantiene una narrativa lineal y solo en un momento se percibe un salto del tiempo. Lo siguiente es que huye de los Jesuitas, y se entera que Don Pablo dejó la escritura y estaba en el psiquiátrico donde decide ir a visitarlo. Así mantiene un diálogo con su amigo, el cual le pide que le ayude a cumplir con su última voluntad, su justicia poética, y entramos al clímax de la historia donde le menciona el famoso manuscrito perdido y le indica cómo llegar a él y le indica además cómo desaparecerlo. 

La novela trata temas como la violencia de género en el campo, la orfandad, la percepción de la locura. Además, si bien son pocos los personajes femeninos y pese a colocarles como outsiders, son las mujeres las que ayudan a los personajes en sus delirios y solucionan sus dilemas. Se hace así visible a las mujeres indígenas como inteligentes, sobre todo en el personaje de la bruja.

En los capítulos finales se desarrolla la búsqueda de la novela perdida, la bruja le da claridad sobre su condición, con su estilo cercano al realismo mágico le revela que debe aceptar las voces “cuando es hora entienden y aceptan. Locura aceptan. Palabras son piedra de locura. Papeles temblando para alargar memoria, locura mismo. Enfermedad, dice. Yo digo voluntad de dios” (pág. 115). De este modo, Marcelo, a quien veíamos caer cada vez más en su degradación como individuo, comprende su condición y deja de asustarse de las voces.  La mujer le entrega el manuscrito y ahora está en sus manos y es su decisión cumplir o no la voluntad del Pablo Palacio insano para sepultar al Pablo Palacio escritor. 

Hay en la novela pasajes verdaderamente memorables y llenos de poesía, como aquella descarnada descripción de nuestra literatura: “Caos. Listas sin sentido. Líneas que no conducen a ninguna parte. (…). Sería mejor callar. Al menos más honesto. Más lógico. El tormento de escribir y el tormento de no escribir son la misma cosa” (pág. 10) o cuando menciona “hay locura porque el lenguaje no alcanza y se extingue” (pág. 16).

Edwin Alcarás, Mal de espejos, Colombia: Grupo Editorial Planeta, 2022, 120 páginas.
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