Canal Once: para entender la polémica y la burocratización

Por César Martínez

La polémica sobre las decisiones más o menos discrecionales de la directora de Canal Once, Renata Turrent, merece analizarse, pues nos encontramos ante un problema que fue advertido en su momento por el escritor checo Václav Havel: el hecho de reducir la conversación sobre nuestra vida pública y cultural al estrecho cuello de botella del statu quo, dominado por las relaciones personales al interior de un aparato burocrático —ya sea una universidad, un partido político o un canal de televisión.

La trama de esta telenovela en el canal del Instituto Politécnico Nacional (IPN) parece sacada del clásico ensayo, El Poder de los sin Poder, de Havel, quien, además de ser el último presidente de Checoslovaquia, fue poeta y dramaturgo. Aunque moneros, periodistas y otros partidarios de Turrent sostienen que la nueva programación “atiende criterios de calidad para las audiencias”, Havel explicaría que se trata de un conflicto burocrático e ideológico, pues “la razón y la conciencia se delegan en manos de los superiores, haciendo coincidir el centro del poder con el centro de la verdad.”

Václav Havel, El poder de los sin poder y otros escritos. Prólogo de Belén Becerril. Madrid: Encuentro Ediciones, 2013.

Sería imposible entender lo que hoy parecen dimes y diretes (sobre si la alta burocracia del Once respeta o no la austeridad republicana; o sobre si hay una invasión de personal directivo de TV Azteca en el canal del IPN) sin el concepto haveliano de disidencia. En cuanto medio de Estado, políticamente no muy distinto de los grandes canales de televisión comercial, el Once, así como también la prensa local del interior de la República, tiene una estructura oficial o directa, usada por décadas para marginar otras expresiones cuya exclusión acaba por convertirlas en expresiones disidentes.

Así entendemos que la prolongada decadencia de los medios convencionales en México, tanto públicos como privados, haya sido aprovechada por un testarudo disidente, quien siempre atribuyó su gran victoria política y hasta cultural a las “benditas redes sociales”

Explicado lo anterior, se comprende que la situación del Once trascienda para el porvenir político del país, pues se aprecia el drama en ciernes de un movimiento, “la Cuarta Transformación”, que arribó al poder alzando el estandarte de la democratización del debate público, pero que va dando signos inequívocos de cerrazón y burocratización. Si por un lado quienes defienden a Turrent alegan que los ataques están motivados por la ambición frustrada de aparecer a cuadro; por el otro lado los comunicadores aludidos desde sus canales de YouTube (es decir, los youtuberos) replican que la nueva intelectualidad hegemónica de la 4T demuestra el mismo sesgo elitista propio de la intelectualidad orgánica del régimen neoliberal.

Havel sostenía que “donde hay concurrencia pública y poder público se da también el control público del medio a través del cual el poder se legitima ideológicamente.” Esto nos dice, en otras palabras, que el programa o canal de televisión cuyo propósito es ser visto y escuchado por los demás debe en reciprocidad ver, escuchar y permitir la participación activa de los demás. Vicente Leñero, uno de los fundadores de la revista Proceso, solía atribuir a don Julio Scherer García la idea según la cual un medio sin contacto con la gente carece de influencia. Termina siendo una mesa redonda donde todos se sonríen, se aplauden y se alcahuetean entre sí.

Vale la pena explicar, sobre todo para los jóvenes, que el carácter presuntamente “cultural o de divulgación de ciencia y tecnología” de los medios públicos más antiguos, como el propio Once, el Canal 22 (o incluso la hoy extinta agencia de noticias Notimex) en realidad era una fachada del contubernio entre élite política y élite intelectual. Sin esa “concurrencia pública” mencionada por Havel, periodistas, escritores, investigadores, profesores y artistas adoptan un doble rol de ideólogos y defensores del statu-quo que, con el paso de los años, deviene en una gerontocracia del micrófono: el vejestorio intelectual de quienes ayer fueron disidentes y mañana serán decadentes.

No obstante que la presidenta Claudia Sheinbaum haya declarado que “los medios públicos no son medios de difusión del gobierno, porque público significa que participa la gente”, la polémica entre los adictos a Turrent en el Once y las “benditas redes sociales” saca a la superficie una ansiedad largamente reprimida: abrir los medios a la libre expresión de los sectores populares que la 4T dice representar, o dárselos a nueva intelectualidad formada mediante relaciones personales, orgánicas y burocráticas. 

Así, siguiendo a Vaclav Havel, quien diga hacer periodismo, arte, ciencia o cultura como miembro de una burocracia sin concurrencia pública, en realidad está poniendo su consciencia en manos de sus superiores.

John Bull, with leeches on his chest, sits on a commode full of gold coin; he is attended by Lords Stanhope and Perceval dressed as doctors; Napoleon holds the commode. Coloured etching by G. Cruikshank, 1811. Wellcome Collection. Source: Wellcome Collection.

César Martínez (@cesar19_87) es maestro en relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

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